Ya lo habíamos mencionado anteriormente, Andrés Manuel López Obrador, como buen “mesías”, tiene la facultad de imponer las manos sobre la cabeza de cualquier ramera para volverla santa; tiene la facultad de imponer las manos sobre cualquier corrupto para volverlo senador. Ahí está el caso de Rosario Robles. Todavía no es presidente constitucional de México, todavía ni revisa los documentos de Sedesol y Sedatu para reclamar la inocencia de Rosario Robles.
A López Obrador le bastó mirar la prensa para ver que se exigía la cabeza de Rosario Robles y como si tuviera una epifanía, el presidente electo de México ya resolvió el asunto. Rosario Robles es inocente, sólo es un pobre chivo expiatorio: «Nosotros no vamos a perseguir a nadie, no vamos a hacer lo que se hacía anteriormente, de que habían actos espectaculares, de que se agarraba a uno, dos, tres, cuatro, cinco como chivos expiatorios, y luego le seguían con la misma corrupción».
Así como va no le extrañe a usted que el día de mañana salga libre Javier Duarte de Ochoa, lo exculpe y hasta lo haga senador de Veracruz.
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