Cecilia Muñoz / ¡Qué calor! A las 8:00 de la mañana de aquel jueves, el clima podía sofocar a quienes no estaban acostumbrados a él. Se agradecía una brisa refrescante, pero en vez de ello recibíamos los primeros vientos del frente frío que se avecinaba, perfectos para hacer ondear la bandera que recién había sido izada en la Secretaría de Marina, pero demasiado bruscos para los cabellos sueltos y los vestidos.
¡Y ahí estaba el motivo de nuestra visita, atracado en el Muelle de la T, completamente imponente, el Logos Hope! Conocido como la librería flotante más grande del planeta, hacía un mes que este barco había anunciado su llegada al puerto de Veracruz y generado la expectativa y emoción de cientos de veracruzanos que seguramente planearon aprovechar los días de asueto para darse su escapada y conocerlo.
Era tan temprano que no nos quedó de otra que darnos una vuelta para matar el tiempo hasta las 10:00, hora de entrada. Pero a las 9:00 no podíamos creer lo que veíamos: a pesar del sol inclemente, ya había una fila considerable en el punto de acceso al barco. Aproximadamente entre 30 y 50 personas ya esperaban el momento de subir a bordo, algunas apartando su lugar resignadamente a pesar de la temperatura y otras, en su mayoría niños, resguardadas en puntos más cómodos y a la sombra.
Cinco o diez minutos antes de la hora prometida, la fila empezó a moverse. ¡Entrábamos! Un par de alegres miembros de la tripulación nos dieron la bienvenida, mientras ordenadamente accedíamos al área del barco permitida para los visitantes. La réplica de un camarote fue lo primero que vimos. Un maniquí representaba a su ocupante y al apretar un botón, podías oír su voz, su bienvenida y una breve explicación acerca de su habitáculo.
Inmediatamente después vislumbramos un pasillo en el que se habían colgado fotografías y letreros que explicaban la historia de Logos Hope, cuyos voluntarios trabajan desde 1970 para llevar conocimiento, cultura, ayuda humanitaria y esperanza a puntos de todo el mundo.
Pero aquello que realmente deseábamos ver estaba más adelante: ¡la librería! ¿Sería cierto que ésta se componía en su mayor parte de literatura cristiana como había leído el día anterior? ¿Qué tan accesibles serían sus costos? ¿Cuáles serían las proporciones de la biblioteca flotante más grande del planeta?
En primer lugar, es cierto que los libros vendidos por el Logos Hope son bastante económicos. Dado que sus ventas son internacionales, han decidido ofertar todo en “unidades”, siendo la básica 100, equivalente a 40 pesos mexicanos. ¡Y había libros de 100 o hasta de 50 unidades! Para no provocar confusiones en cuanto a la conversión se refiere, en toda la librería, razonablemente amplia, colgaron letreros con distintas equivalencias: 100 unidades = 40 pesos; 200 unidades = 80 pesos; etc.
Por otro lado, sería mentira decir que la mayor parte de lo ofertado era cristiano… también había un amplio catálogo infantil. Y unos tres estantes, al principio y algo escondidos, con la literatura mayúscula: clásicos, nada actual. El Principito no podía faltar y también vi una edición de Anne of Green Gables que incluía dicha novela y su continuación, Anne of Avolea, de la gloria canadiense L. M. Montgomery.
Entre otras opciones en español también estaba El sabueso de los Baskerville de Arthur Conan Doyle, las obras de Jane Austen y Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë, así como los cuentos de Hans Chistian Andersen y de Rudyard Kipling. Lo que definitivamente abundaban eran las biblias: biblias a color, biblias en otros idiomas, biblias de bolsillo, ¡biblias para todos! De igual forma destacaba una gran sección sobre estudios bíblicos y libros escritos desde la perspectiva cristiana que me van a disculpar, pero no miré.
También había recetarios, libros para colorear, manuales de decoración y textos sobre la naturaleza, así como ejemplares sobre liderazgo, marketing y negocios, tanto en inglés como en español que, en opinión de mi emocionado acompañante y pareja, son difíciles de encontrar en nuestro país, especialmente a precios tan accesibles.
Además, el Logos Hope ofrece accesorios para relajación (“fidgets”), lápices ópticos y una variedad de estuches a la que no me acerqué porque vi que traían estampado “Holly Bible”. Al finalizar el recorrido por la librería, puedes comprar una bolsa de recuerdo por 120 pesos que te permite llevarte tres libros gratis.
Una vez terminadas las compras, una amable tripulante nos invitó a escuchar una historia basada en El Hijo Pródigo, con el objetivo de animarnos a reflexionar sobre el rumbo de nuestras vidas. Sonriente y dejando ver que había ensayado hasta dominar al 100% la labor que le habían encomendado, nos despidió justo en la antesala de la cafetería internacional, donde ya varios visitantes tomaban su merecido refrigerio tras esperar durante al menos una hora para poder abordar. Mientras tanto, un par de voluntarias pintaban caritas a los niños y una botarga del Capitán del barco se tomaba fotos con los visitantes.
A las 11:30 nos sorprendió ver cómo había cambiado el clima: aunque aún se sentía calor, el cielo se había nublado y el viento soplaba con más fuerza. La fila para entrar al Logos Hope sobrepasaba lo que nuestra vista alcanzaba a ver desde la salida y nos alegramos de haber llegado desde temprano.
¿Mis compras? Hans Christian Andersen, Jane Austen y Rudyard Kipling. Los libros que cargaba mi pareja eran ofertones de los negocios y el marketing. Concluimos que fue una “cacería” decente. Considerando que la misión del Logos Hope es llevar cultura y esperanza a las comunidades más necesitadas, su catálogo rebosante de fe, libros prácticos, clásicos e infantiles es aceptable, pero para las familias con niños seguramente será sensacional y totalmente recomendable.
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