Desde su regreso a la Casa Blanca en enero de 2025, el presidente Donald Trump ha impulsado una serie de redadas migratorias intensivas bajo operaciones como “Midway Blitz”, enfocadas en ciudades santuario como Chicago. Estas acciones, que comenzaron con anuncios de detenciones masivas el 17 de enero, han escalado drásticamente: entre el 23 y 29 de enero se arrestaron 5.500 personas (un promedio diario de 800, frente a 300 del año anterior), y para octubre superaron las 1.500 en la zona metropolitana.
El 30 de septiembre, un operativo nocturno con helicópteros y agentes armados en un edificio de apartamentos en South Shore dejó escenas de caos: puertas derribadas, niños desnudos separados de sus madres y ciudadanos estadounidenses detenidos temporalmente con bridas de plástico. Chicago depende de estos trabajadores en restaurantes, manufactura y agricultura: su ausencia ha “matado el negocio” en Little Village, con fábricas y mataderos reportando caídas del 30% en producción y pánico que vacía calles.
Incluso barrios ricos como Lakeview sienten el impacto, con residentes adinerados afectados por el “caos diario”. El gobernador J.B. Pritzker creó una comisión para investigar abusos, mientras protestas como “Chicago Says No Trump No Troops” denuncian el despliegue de la Guardia Nacional. Estas redadas, justificadas como lucha contra el crimen, han exacerbado divisiones en un estado demócrata, recordando que la migración no es solo números, sino vidas en vilo.