La actitud evasiva de la presidenta Claudia Sheinbaum al ser cuestionada sobre el comportamiento autoritario de la gobernadora de Campeche, quien, abusando de su poder, encarceló a un periodista por criticar su gestión, deja mucho que desear. Pareciera que, en el fondo, la presidenta incluso celebra estas acciones.
Su discurso suena vacío cuando afirma que su gobierno respeta la libertad de expresión, insistiendo en que solo la oposición señala a su administración como represora. Sin embargo, es innegable que entre los gobernadores de Morena existe una consigna tácita para presionar a la prensa crítica.
Esta práctica no es exclusiva del gobierno de Sheinbaum. Aún están frescos en la memoria de los mexicanos los episodios en los que el expresidente López Obrador censuraba reportajes de Latinus, tildándolos de “prensa vendida”, “prensa fifí” o “mercenarios de la información”. Silenciaba a quienes le confrontaban con la verdad, como cuando se revelaron las irregularidades de sus hijos o el megafraude de Segalmex. Por ello, no sorprende la postura de Claudia Sheinbaum ante los evidentes casos de censura y represión a los medios; simplemente sigue los pasos de su antecesor.