Armando Ortiz / La creación, dijo el Apóstol Pablo, está declarando por todas partes la gloria de Dios. Nos damos cuenta de ello en los amaneceres, en el ocaso, a la hora del ángelus. Nos damos cuenta de ello en la caída de los ríos y en la fuerza de los mares; también en las noches estrelladas, en las tardes de lluvia, en el silencio de las montañas, en la soledad del desierto, en la vida que pulula en los bosques y en el misterio que resguarda la selva.
Esa gloria la notamos también en la mirada de una mujer, en la sonrisa de un niño, en su manera como contempla la tarde, en la paz de su sueño.
Por todos lados la creación de Dios está siendo declarada. Y es que Él, hay que reconocerlo, es un gran poeta. Basta abrir los ojos y mirar su obra que todos los días resurge para llamarnos la atención.
Por ejemplo, en los meses de marzo y abril, en la ciudad de Xalapa, las jacarandas sembradas en los parques y las avenidas se pasan todo el día gritando su color. No podemos ser injustos y pasar en medio de los árboles de jacaranda sin volver la vista al cielo para ver las flores iluminadas. Y por si fuera poco, en el suelo, en la tierra, se encuentran las flores regadas como rocío, caídas del árbol, todavía guardando ese gran color púrpura que las distingue; a pesar de eso los árboles no se miran desnudos.
Sí, todo el paisaje, las jacarandas y sus flores, está hecho para nuestro deleite, para que por medio de la mirada los mensajes del creador nos lleguen al alma y nos pongamos primero a reír, a cantar, a bailar, todos los que queremos ser amados.
Quizá por eso, por las tardes, para huir del bochorno de mi habitación, prefiero salir a los parques, a las avenidas. Caminó en medio de las jacarandas, dejando que éstas mojen mi cabeza con sus flores caídas.
No en balde nuestra capital es la Ciudad de las Flores; la abundancia de éstas, su color y su perfume cautivaron al Barón Alexander von Humboldt, quien en 1804 bautizó a Xalapa como la “Ciudad de las Flores”.
Salga de su habitación ya mismo, tome hacia una avenida, un parque, que todavía los hay en Xalapa y muy bellos, y contemple la caída de las flores, la tierra pintada de color. Dese usted cuenta de cómo los árboles hacen todo por llamar su atención.
Admire, contemple la gloria de Dios. Recuerde, Dios se puede molestar si usted pasa por un jardín sin contemplar de las flores su color.