Cuando López Obrador llegó al poder prometió que iba a desterrar de la función pública la corrupción que imperaba desde sexenios atrás. Sin embargo, el presidente no ha podido desterrarla, por eso, en la conferencia mañanera se excusó: «Hay hacia adelante cuestiones pendientes, era mucho el rezago, encontramos un gobierno podrido. Iniciamos un proceso de renovación, de purificación de la vida pública, de combate a la corrupción, pero era mucho, la corrupción era el principal problema de México y todavía no se termina de limpiar». Se pone a limpiar el presidente la corrupción ajena, pero qué hay de la suya.
Pongamos sólo dos ejemplos: Segalmex es una dependencia que habría de sustituir a Liconsa y Conasupo, dos dependencias donde imperó la corrupción. ¿A quién puso a la cabeza de Segalmex? A Ignacio Ovalle, su antiguo patrón. Ovalle estuvo vinculado con la corrupción de Conasupo, por lo mismo, Ignacio Ovalle logró que en Segalmex hubiera más desfalcos y saqueos que en la famosa “Estafa Maestra”.
Otro ejemplo es el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado. Esta dependencia se ha convertido en una caja chica del gobierno, una dependencia donde se saquea lo que se recupera, donde a los empleados les piden el 30 por ciento de su sueldo por seguir trabajando en esa dependencia. Así, López Obrador, nunca podrá desterrar la corrupción, porque de su propio gobierno emana corrupción.
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