Por primera vez, el presidente López Obrador tendrá que lidiar con la horma de su zapato. La llegada de Norma Piña como ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) coloca un fuerte contrapeso a su gobierno. Si bien es cierto que el Ejecutivo federal está acostumbrado a gobernar sin que nadie le contradiga, hoy tendrá que entender que el Estado mexicano tiene una bien marcada división de poderes, debe entender que Norma Piña es la cabeza principal del poder Judicial y que ésta merece respeto.
Por otro lado, el acatamiento solovino del poder Legislativo, sobre todo la parte morenistas que hace mayoría en el Congreso Federal, está sometido por el poder Ejecutivo. Por esa razón, la llegada de Norma Piña como ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es una buena señal para la impartición de justicia y para la democracia del país.
Sin embargo, el linchamiento contra la ministra presidenta de la SCJN, desde luego fomentada por el Ejecutivo federal desde sus conferencias mañaneras, debe terminar. Éste no abona en nada ni contribuye a un ambiente de respeto y cordialidad que debe de existir entre los tres poderes.
Comentarios