El mexicano se flagela, se lastima, multiplica su sufrimiento para demostrar la gran devoción hacia su Tonantzin. ¿Esto es fe?

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El mexicano se flagela, se lastima, multiplica su sufrimiento para demostrar la gran devoción hacia su Tonantzin FOTO: WEB

Un video circula en redes sociales. Un peregrino que acaba de salir de la cárcel hace una manda, de rodillas, para agradecerle a la Virgen de Guadalupe su libertad. Policías lo contemplan, lo acompañan y cuando desfallece, lo atienden. Y uno se pregunta, ¿es esto fe? La devoción del mexicano no tiene comparación. Ya Octavio Paz en El laberinto de la soledad, libro de ensayos todavía vigente en este siglo XXI, nos marca los rasgos de un sujeto, el mexicano, que se aferra a sus tradiciones como si en ello le fuera la vida. Una de esas tradiciones es la peregrinación a alguna de las muchas basílicas que se han levantado en honor a la Virgen de Guadalupe.

El mexicano se flagela, se lastima, multiplica su sufrimiento por llegar de rodillas, sangrando y con sus nopales en la espalada, para demostrar la gran devoción hacia su Tonantzin, madre de los pobres y por qué no, de los ignorantes. El sacrificio vale la pena, porque una vez al año, 12 de diciembre, se puede desfallecer en el esfuerzo, pero los 364 días restantes el devoto cree, en su ignorancia, que puede hacer lo que le venga en gana; puede desentenderse de sus obligaciones, pues con un día de penitencia ha conseguido el permiso para un año completo de holganza, ineptitud, descuido y pecados encubiertos.

El peregrino del video, quien sabe si cumplió la manda, no se levanta al día siguiente como un hombre nuevo. Si su hambre le atosiga volverá a robar, si es drogadicto y no soporta la abstinencia volverá a robar, si ve la manera de conseguir dinero fácil, volverá a robar, incluso a matar. Pero eso sí, el 12 de diciembre de 2023, tendrá chance de volver a peregrinar de rodillas, lacerándose las piernas, para pedir perdón a la “morenita del Tepeyac”.

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