Es por ello que, ante la frustración de no poder instaurar su reforma electoral, la que busca restar autonomía al Instituto Nacional Electoral, poniéndola en manos del “pueblo bueno”, López Obrador ya elaboró un Plan B, que busca modificar reformas secundarias. Entre estas reformas está la de inhabilitar para algún cargo público a los consejeros del INE; su inhabilitación duraría hasta por 10 años. Por supuesto, quienes conocen el odio y rencor de López Obrador saben que ese obús va dirigido contra Lorenzo Córdova y Ciro Murayama, a quienes consideran los artífices de todo el daño que el INE ha causado a Morena.
Las pifias del presidente con sus consultas “pedorras” la tiene Córdova y Murayama, lo mismo que no hayan dejado ser gobernador a su compadre Salgado Macedonio, acusado de violación sexual. López Obrador no va a parar hasta que arroje toda su bilis. Las frustraciones que carga en lo que concierne a reformas constitucionales tienen al presidente que no lo calienta ni el sol.