Estas son las consecuencias de la estrategia de seguridad del presidente López Obrador, «abrazos, no balazos». López Obrador ya se va, le quedan dos años, aunque en un año el señor dejará de importar, porque todos voltearán a ver al candidato de su partido a la presidencia. Se va López Obrador, pero dejará el país, o parte del país, entregado al narcotráfico. Gobernadores que pactaron con el narco ya están instalados, ya operan. En otros estados, como Guerrero y Morelos, los grupos criminales se mueven con plena libertad de municipio en municipio. Ese es el caso de Los Tequileros, que tienen más de una década operando en Guerrero.
Con plena libertad de movimiento el grupo de Los Tequileros llegó al municipio de San Miguel Totolapan; cuando llegaron al palacio municipal asesinaron al alcalde Conrado Mendoza, a su padre y a 18 personas más. Así como llegó el grupo armado, así se retiró, sin que nadie los pudiera detener.
Ricardo Mejía, subsecretario de Seguridad Pública reconoció: «Según información de la Fiscalía de la entidad, 20 personas fueron victimadas, entre ellos el alcalde Conrado Mendoza y su padre ex alcalde del municipio y otras 18 personas. El contexto, la disputa de los grupos delictivos, en esa región operan Los tequileros, dedicados al trasiego y comercialización de amapola, pero se dedican la secuestro, extorsión y desapariciones». El Gobierno Federal sabe quiénes son Los Tequileros, donde están, pero no van por ellos; sólo de lejitos les mandan unos abrazos y cuidan que se respeten sus derechos humanos.
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