De nada sirve a los gobernadores negar que el crimen organizado opera en sus estados; de nada sirve que aseguren que tienen controlados a los grupos del crimen organizado. Tarde o temprano, como ocurrió en Orizaba, se dan pruebas de que los ciudadanos viven bajo el amago de esta plaga que, a pesar de los cuatro años del gobierno de López Obrador, no han logrado erradicar. Horas de verdadero pánico vivieron los pobladores de Orizaba, pues en pleno centro de esa ciudad un grupo del crimen organizado inició una balacera.
La policía estatal, por lo que se ve en los videos, requiere mejorar en sus protocolos de seguridad y apoyo a la población; la policía estatal debe generar confianza, pero por lo que se advierte en los videos que circulan en las redes sociales, sólo generó más pánico y caos.
Horas de angustia se vivieron, imágenes y videos que retratan lo que es México, un país secuestrado por el crimen organizado al que como respuesta a su violencia nos han propuesto que les demos abrazos no balazos, pues lo criminales también son hijos de Dios, según palabras del mesías tropical. Por cierto, si el gobernador se estaba riendo de las acusaciones en sui contra, lo ocurrido en Orizaba le debió quitar la risa.
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