Yo sí me acuerdo de madame Gina, entonces coordinadora de Comunicación Social de Javier Duarte de Ochoa. Una mujer que salió huyendo de Quintana Roo en la cajuela de un auto, temerosa de que como a su patrón “El Chueco”, también la metieran a la cárcel. Me acuerdo de ella porque un 13 de septiembre la señora dio el discurso en el homenaje a los Niños Héroes. Días antes la periodista Claudia Guerrero anticipó su salida, la cual finalmente se dio meses después. Javier Duarte, quien no le iba a dar el gusto a Claudia Guerrero de correr a Gina, la arropó unos días más y hasta le dio el espaldarazo y la dejó dar el discurso ese 13 de septiembre de 2013. Gina antes de ser “madame”, era una mujer insegura y en su inseguridad se inventó un autoritarismo que forjó en la amistad que sostuvo con la esposa de Fidel Herrera y después con el insulso Javier Duarte.
Se supo vender Gina, se vendió cara, tanto que algunos compañeros periodistas la llegaron a comparar con Juana de Arco; visionario resultó ese periodista, pues años después madame Gina padeció los ardores de la hoguera en Pacho Viejo, donde estuvo recluida varios meses. Me queda claro que los cretinos y mediocres, conscientes de su naturaleza mínima, se ven obligados a inventar su propia historia, una historia que aderezan con muchos títulos y batallas ganadas.
Pero el tiempo, que es nuestro peor enemigo, a todos nos pone en el lugar que merecemos. Lloraba Gina Domínguez en Pacho Viejo, rogando a una mujer a la que le hizo mucho daño, que la ayudara a salir de la cárcel. Lloraba madame Gina, quien finalmente entendió que sus días de gloria sólo eran ficción, o como decía Calderón de la Barca, «que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son».
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