«Los abrazos ya no nos alcanzan para cubrir los balazos», dice sacerdote Javier Ávila de la comunidad jesuita en Cerocahui

«Los abrazos ya no nos alcanzan para cubrir los balazos», dice sacerdote Javier Ávila de la comunidad jesuita en Cerocahui FOTO: WEB

En México, en los años que se fueron, meterse con el Ejército mexicano o con la Iglesia católica no era cualquier cosa; los que lo hacían, sabían que se tenían que atener con las consecuencias, algunos eran desparecidos y otros terminaban con su carrera política. En México, el presidente López Obrador camina al filo de la navaja; su relación con la Iglesia es institucional y pudiera decirse que un poco fría. Porque «los abrazos ya no nos alcanzan para cubrir los balazos» y corre «un río de sangre» en el país, señaló con firmeza el sacerdote Javier Ávila, cabeza de la comunidad jesuita en Cerocahui, Chihuahua, el clérigo pidió “respetuosamente” a López Obrador un diálogo nacional en que se replantee la política de seguridad que, en opinión de los rectores del sistema universitario de su orden religiosa, ha conducido a un “Estado fallido”.

Sin embargo, el Ejecutivo federal de manera inflexible dijo: «Los muy cretinos ahora, los desinformados, nos dicen ‘¿y qué estás haciendo, por qué no resuelves el problema?’. Esta doble moral, esa hipocresía, es lo que más molesta, nosotros estamos enfrentando el problema atendiendo las causas». No obstante, los representantes de la Iglesia no quitan el dedo del renglón.

Resulta que la Compañía de Jesús y la Conferencia del Episcopado Mexicano, cuyo secretario general es Ramón Castro, dice que «el crimen se ha extendido por todas partes, trastocando la vida cotidiana de toda la sociedad; se ha adueñado de las calles con niveles de crueldad inhumana en ejecuciones y masacres que han hecho de nuestro país uno de los más inseguros y violentos del mundo». Duras palabras de los jerarcas religiosos, sin embargo, ni eso hará cambiar la estrategia de seguridad de la 4T.

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