Dante y su última cruzada

Dante
Dante Delgado Rannauro FOTO: EL ECONOMISTA
- en Opinión

Luis Ramírez Baqueiro /

“Cuanto más alto coloque el hombre su meta, tanto más crecerá.” – Johann Christoph Friedrich von Schiller.

Dicen que Rafael Hernández Ochoa, pronóstico que aquellos tres jóvenes llegarían hacer sus propios sucesores en el Gobierno de Veracruz, originario de Santa Gertrudis, en Vega de Alatorre, no se equivocó.

Especializado por su trabajo en el conocimiento de los actores políticos, desmenuzó y conocía hasta las entrañas los sueños aspiracionistas de estos tres imberbes estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad Veracruzana.

De en balde se había pasado 22 años de carrera en los sótanos del Palacio de Cobián, ocupando todos los encargos posibles Secretario Auxiliar del Subsecretario, Subdirector General de Población, Subdirector General de Administración, Director General de Investigaciones Políticas y Sociales y Subsecretario de Gobernación.

Luis Echeverría Álvarez sabía de su valía y buen olfato para identificar futuros actores políticos-sociales.

Hernández Ochoa, no se equivocó. Los tres personajes llegaron al Gobierno de Veracruz.

Dante Alfonso Delgado Rannauro, nacido el 23 de diciembre de 1950, fue el primero en ocupar la magistratura en sustitución de otro personaje de leyenda, Fernando Gutiérrez Barrios, quien acudiría al llamado del presidente Carlos Salinas de Gortarí para hacerse del control político del país desde la Secretaría de Gobernación.

Posteriormente, llegaría el originario de Chacaltianguis, Veracruz, Fidel Herrera Beltrán, nacido el 7 de marzo de 1949, quien a la postre ocuparía por más tiempo el mandato constitucional, y al que considera la sociedad como el último de los gobernadores del aparato priista arrollador.

Finalmente, Miguel Ángel Yunes Linares, originario de Soledad de Doblado, Veracruz, y quien naciera un 5 de diciembre de 1952, terminaría de ser el último de aquella terna de jóvenes con alto potencial en la vida política, como lo habría predicho el mismo Hernández Ochoa.

De los tres, el más osco, bronco, y poco ortodoxo en su trato era Dante, ese mismo que pasados los años, y después de haber gobernado Veracruz, tuvo la invitación del entonces presidente Ernesto Zedillo Ponce de León para convertirse en Procurador Agrario, coordinador de la Comisión para el Bienestar Social y Desarrollo Económico Sustentable para el Estado de Chiapas – en medio de la guerra contra el EZLN- embajador de México en Italia y representante permanente ante la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

Solo que el magnicidio de Luis Donaldo Colosio y algunos señalamientos de corrupción por la compra de Cemento a la empresa de su familia, lo distanciaron al grado de convertirlo en enemigo del presidente, quien lo mando a la cárcel acusado de peculado, delitos que ya habían prescrito.

Desde su encierro forzoso, el oriundo de Alvarado, Veracruz, comenzó a tejer el entramado de lo que sería su escisión del priismo hegemónico, para dar paso a su tránsito a la oposición con la construcción de Convergencia, primer partido nacional que conformó.

Así desde la oposición, Dante Alfonso comenzó a dilucidar la construcción de un México ciudadanizado, diferente, al del aparato de estado, siempre otrora poderoso, que hacía y deshacía a sus anchas.

Con el paso del tiempo, la propuesta de Convergencia, dio paso a la refundación de ese instituto político para convertirlo en Movimiento Ciudadano, un proyecto más trabajado, y por supuesto, más apegado al concepto original construido por él.

Así con la llegada a la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, quien fuera su aliado incondicional en dos procesos electorales previos, Delgado Rannauro comprendió que el antagonismo político, vende más que ser el mismo gobierno, pero que a la par de ello, debería y preparando el escenario, para la posibilidad, de tomar las riendas inclusive del mismo país.

No siempre se puede ser oposición, y mucho menos transitar sin lesiones el pantano de la política.

Por ello, Dante Alfonso se prepara, atrinchera sus fuerzas y comienza el movimiento de repliegue, con el único afán de fortificarse antes del ataque final, de emprender la que, para él, será su última cruzada.

Septuagenario, sabe que las fuerzas y la lucidez son indispensables para el ejercicio de poder, por ello, con el barajeo de nombres, hombres y mujeres, Dante se jugará su última apuesta, llevar al hijo de Luis Donaldo Colosio Murrieta a la misma presidencia de México.

Pero la apuesta de Delgado Rannauro no es solo el joven político, quizá como ningún otro partido, él ha tejido fino al punto de tener, una terna de barjas que pudieran ser consideradas como apuestas para dicha posición y sino que le pregunten a Ricardo Monreal, a Marcelo Ebrard, al mismo Enrique Alfaro o en su caso a Samuel García o su esposa Mariana Rodríguez.

Es seguro, que Dante Alfonso Delgado será factor fundamental de la próxima elección presidencial y del futuro de México, pues se juega su última cruzada.

Al tiempo.

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