Lo de Marlon Ramírez es un secreto a voces. El PRI Veracruz, un partido derrotado en las últimas elecciones, no puede ser dirigido por un tipo que busca satisfacer sus ambiciones personales. Ávido de dinero, ya no de poder, Marlon Ramírez ha hecho de las prerrogativas al partido su patrimonio personal y las reparte a su propio albedrio, manteniendo alabadores “chupasangre”, una especie de perros guardianes, como ese tal Joel Arcos, al que apenas le truenan los dedos sale a defender al que le mantiene en nómina.
Pero no es el único, hay una lista enorme de aviadores, mantenidos, chichifos de la política que, ante las derrotas del PRI sólo han demostrado su ineficacia e incapacidad para operar. Marlon Ramírez debería besar la mano del que le aconseja, pero prefiere, muy a su estilo, escupirla. El clamor ha subido de tono, la poca militancia, que es la voz que se debería escuchar, pide la salida de Marlon Ramírez de la dirigencia del PRI estatal.
Los analistas y opinadores, que son los que cuentan menos, también deberían ser escuchados. Sin embargo, el actual dirigente estatal del PRI, el que prefiere escorias a su lado, sólo escucha a su consciencia, y su consciencia está tan sucia que le hace creer que él no ha tenido nada que ver con los crímenes del PRI en los tiempos de Fidel Herrera y de Javier Duarte; esos crímenes que en los baños públicos de las cantinas presumía con impunidad.
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