Muchos mexicanos jamás se imaginaron la gran desilusión que causaría Andrés Manuel López Obrador. Aquel líder que dio un discurso como un gran estadista en el Congreso Federal, cuando el presidente Fox pretendía desaforarlo, ya no existe. Aquel líder que se ganó el cariño y respeto de muchos al condenar las administraciones rapaces y que señaló que llenaría las cárceles con miembros de la llamada “mafia del poder”, tampoco existe. Por cierto, nunca ha podido meter a ningún expresidente a la cárcel. Andrés Manuel López Obrador, al igual que el héroe mitológico Ulises, logró hacerse de la presidencia a puro riñón, construyó una balsa y logró escapar del rechazo electoral.
Aunque en el 2006, como si fuera el héroe griego, logró vencer las dificultades y el desánimo de la derrota. Su perseverancia, finalmente rindió frutos 12 años después, logrando llegar a la costa y se hace de la presidencia, el mayor cargo que existe en el país. Tras 18 largos años, llega a su Ítaca, su adorado sueño. Hoy, la clase media que tanto lo apoyó, es la más desilusionada; ésta sólo alcanza a ver cómo se despilfarran los recursos en programas sociales, que únicamente sirven para sostener una maquinaria electoral que le permita perpetuarse en el poder.
Desde luego, mediante incondicionales como Claudia Sheinbaum que son, o al menos fingen, que están bien adoctrinados por el gurú de la 4T. Ni hablar, más de la mitad del país nada entre el desencanto y la desilusión ocasionadas por un hombre, que pudo pasar a la historia como el más grande presidente que hubiera tenido México.
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