Dicen que cae más pronto un hablador que un cojo. Y en el presidente López Obrador la regla se cumple a cabalidad. Él, que tanto repudia a los fifís, a los ostentosos, a los millonarios corruptos. Y ya ve lo que dice otro dicho: «Lo que más se odia, en la casa se tiene».
En 2015 el entonces aspirante a la presidencia Andrés Manuel López Obrador decía lo siguiente de la Casa Blanca de Peña Nieto: «La corrupción es el principal problema de México y solo con un gobierno honrado saldremos de la decadencia. Cuando triunfe nuestro movimiento voy a pedirle a organizaciones de filantropía que compren la Casa Blanca de Peña Nieto para convertirla en museo y mostrar cómo vivían los políticos corruptos en la época del PRIAN. Conocer esa casa por dentro es mucho más impresionante que verla por fuera. Según maestros albañiles y canteros que allí trabajaron, en su interior cuenta con túneles e instalaciones de mármol y otras extravagancias inimaginables. Ellos calculan que el costo de esa mansión es de más de 200 millones».
Ahora que se ha revelado la lujosa mansión que tiene su hijo mayor, José Ramón López Beltrán, ¿seguirá pensando lo mismo el presidente? Si tenía la idea de hacer de la Casa Blanca un “Museo de la corrupción”, la casa de su hijo bien podría ser una “Galería del nepotismo”.
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