Edgar Hernández* / La nueva escalada de asesinatos masivos que vive Veracruz -34 en los últimos 9 días- no solo atropella los apetitos sucesorios de Rocío Nahle, protectora de Eric Cisneros, sino del propio López Obrador al quedar de nuevo en evidencia el pacto que se guarda con la familia de El Chapo y su brazo delincuencial, el Cartel de Sinaloa.
No basta la “honestidad” como escudo de defensa que presume el presidente de la república en favor del gobernador Cuitláhuac García, para justificar la escalada de asesinatos que vive la entidad.
López Obrador confunde honestidad con la ingobernabilidad.
La honestidad es armonizar las palabras con los hechos, es tener identidad y coherencia para estar orgulloso de sí mismo. Acaso la “honestidad” sea sinónimo de decoro, honra, dignidad, recato, pudor e incluso castidad -que no es el caso-, pero no de impunidad.
Lo que sucede, por tanto, no es la resultante de la honestidad, sino de la criminalidad desbocada en el gobierno de Cuitláhuac, a través de su agresivo Secretario de Gobierno, Eric Cisneros, presunto protector del Cartel de Sinaloa.
Reveladora la declaración del propio “Bola #8” el día de la masacre de Isla, de que “En Veracruz no puede haber un grupo delincuencial por encima de otro” dando por hecho que el Cartel de Sinaloa es el que cuenta con el permiso para operar y no del Cartel de Jalisco Nueva Generación.
En Veracruz hay miedo, un miedo que va de la mano del enojo ciudadano.
Decía don Fernando Gutiérrez Barrios, padre de la seguridad nacional, que un pueblo puede resistir todo, incluso hambre, pero no la zozobra que provoca la violencia criminal.
“Para las familias lo más importante es la seguridad en sus hogares”, decía.
En Veracruz, luego de tres años de mal gobierno y echar la culpa al pasado de todos nuestros males, no acabamos de acostumbrarnos a las masacres, ni a los asesinatos masivos, ni a los ajusticiamientos, ni a que tiren pilas de cadáveres por las calles y caminos.
¡Ni al narcoestado!
No terminaba la semana anterior, cuando despertamos con la noticia del asesinato de nueve personas -siete hombre y dos mujeres- en el municipio de Isla.
24 horas después, el sábado, en Rinconada a 40 kilómetros de la capital del estado, fueron encontrados seis cuerpos, en dos hechos diferentes hechos; todos con el sello de la casa, descuartizados, decapitados y con signos de tortura y ayer domingo cuatro, dos baleados en Sayula de Alemán, uno desmembrado en San Rafael y otro embolsado en Nautla.
Total, que en 9 días han sido ejecutadas 34 personas, según el reporte federal del Secretariado Ejecutivo del Sistema de Seguridad Pública Nacional.
¿Es lo que nos merecemos los veracruzanos?
La justificación oficial del señor presidente es que en Veracruz “no pasa nada” cuando está pasando algo y muy grave como es la entrega de rodillas de la plaza al crimen organizado.
Y eso data del 2018 cuando los morenos llegaron al poder.
Presente en el imaginario colectivo el tiroteo en una palapa en Minatitlán en abril del 2019, al igual que la masacre del 27 de agosto del mismo año en el bar “Caballo Blanco”, en Coatzacoalcos, donde en medio del tiroteo resulto muerto un bebé recién nacido con un balazo en la cara.
¿Acaso ya se olvidó lo sucedido el 28 de enero del año pasado donde fueron encontrados los cadáveres de 12 personas en la comunidad de Cerro del Nanchital de Las Choapas?
¿Y los asesinatos, secuestros de candidatos y asaltos a las casillas electorales previo y durante la jornada electoral del 6 de junio de parte de civiles con armas largas? ¿Y el reparto de despensas el mismo día con el sello del Cartel?
Pueblo que olvida su historia corre el riesgo de repetirla.
No es el caso de Veracruz que tiene presente las fechorías de Cisneros, de quien el gobernador asegura está tranquilo -que no debería estarlo ya que los demonios andan sueltos-.
Lo de Floricel, lo de Rogelio Franco; la desaparición frustrada de Goyo Durán, quien salva su vida -no la prisión en la que se encuentra- gracias a un video tomado a cien metros de la escena donde se observa el levantamiento de parte de la policía ministerial que impidió se le imputara la desaparición a manos del crimen organizado.
Y lo del asesinato de la alcaldesa de Mixtla de Altamirano, Marisela Vallejo a su esposo y chofer y el ajusticiamiento de Melquiades, o las amenazas cumplidas hacia el aspirante del municipio de Cuitláhuac y 42 más, así como los cuatro crímenes contra políticos en lo que va del año (dos mujeres y dos hombres).
Hay mucho lodo y alianzas inconfesables en el solar veracruzanos donde dice el Paje que no pasa nada hasta que pasa.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo
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