Cuitláhuac García, como el dios Jano, tiene la mirada puesta en el pasado. Excusa su tremenda estulticia, su incompetencia, echando la culpa a los demás

Cuitláhuac
Cuitláhuac García Jiménez FOTO: AGENCIA FOTOVER
- en Avenida Principal, Carrusel

La estulticia de Cuitláhuac García ya es un lugar común en Veracruz y en todo México. Su incompetencia es de récord, su incapacidad es digna de estudio, sus traumas darían para escribir un libro completo. Como el dios Jano, ese que tiene dos caras, una mirando al futuro y otra mirando al pasado, Cuitláhuac García no deja de excusar sus imitaciones echando la culpa a los gobernantes pasados. Después de tres años de gobierno, Cuitláhuac García no quiere darse cuenta de que también él es pasado; un gobernante pretérito que no pudo cumplir sus promesas, que nunca tuvo expectativas, que se fue moviendo sólo con ocurrencias, imitando como mono saltarín a su mesías tropical.

Llora como plañidera impotente: «No fue nuestra elección dirigir esfuerzos mayúsculos para resarcir tanto daño de toda la robadera que padecimos en los sexenios anteriores y el mal logrado bienio pasado»; miente como el embustero que es: «Hoy quedan incluso algunos desmemoriados que en su momento no solo callaron, si no que aplaudieron el vertiginoso endeudamiento bancario en que nos arrastraban a todo el pueblo veracruzano, por lo que me fue ineludible traerlo a colación aquí».

Se muerde la lengua, como si no supiéramos su amistad con el alcalde electo de Lerdo de Tejada: «Esto a pesar de que mis antecesores hayan pactado con tantos delincuentes: tanto de cuello blanco como de los grupos delictivos. ¿Cómo explicar que quien decía resolver la inseguridad en 6 meses nos dejó una policía con solo 2 mil 918 elementos operativos en 2018?». Y así seguirá hasta que cumpla sus seis años de gobierno, mirando al pasado, porque para él el futuro no existe.

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