¿La última oportunidad de iniciar una nueva etapa?

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El Congreso del Estado de Veracruz FOTO: FRANCISCO DE LUNA
- en Opinión

Arturo Reyes Isidoro / Si resulta cierto y si se cumple, estaríamos en Veracruz en la antesala de una nueva etapa en las relaciones entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, que necesariamente tendrían que repercutir a favor de la sociedad veracruzana.

De acuerdo a una nota informativa de la Agencia de Noticias RTV, el gobernador Cuitláhuac García Jiménez ofreció a la nueva Legislatura local una relación institucional y de respeto y “aseguró que aceptará las críticas provenientes del Legislativo como un ejercicio de retroalimentación, aún más cuando en próximos días se presentará el Tercer Informe de Gobierno”.

Su ofrecimiento lo hizo el sábado al recibir en el palacio de gobierno a una comisión que le fue a notificar la instalación y elección de la Mesa Directiva de la LXVI Legislatura y el inicio del primer periodo ordinario de sesiones.

Casi coincidente con esta nueva etapa, el próximo lunes, dentro de una semana, el mandatario estatal presentará el informe de su tercer año de gobierno, y dieciséis días después entrará en el cuarto año de su administración, la segunda y última de su periodo constitucional.

La nueva etapa sería necesariamente obligada con el cambio de Legislatura, si no fuera porque la mayoría de Morena, que controla el Congreso, está representada por una buena parte de quienes integraron el órgano legislativo anterior, caracterizado por su sometimiento a ciegas al Ejecutivo, por lo que se esperaría que sería más de lo mismo.

Sin embargo, estaríamos ante la oportunidad de una verdadera nueva etapa si los diputados entrantes, los de Morena al frente, le tomaran la palabra al gobernante y lo sometieran a la crítica necesaria y saludable de todo sistema democrático y se sometieran a la autocrítica también. Se ve difícil.

En esto incluiría yo la crítica de los medios, que quienes detentan el control legislativo de ninguna manera aceptan sino que incluso la combaten reprimiendo a los medios críticos, negándoles contratos de publicidad, a los que tienen derecho, dándoselos en cambio a quienes se hacen de la vista gorda ante las anomalías y solo les aplauden aunque no tengan lectores. Acabar con este secuestro y control del área respectiva sería una de las primeras y grandes tareas de los diputados de la oposición. El Poder Legislativo no pertenece a ningún partido. Se supone que representa al pueblo sin olvidar que se sostiene con el dinero del pueblo, esto es, de todos los veracruzanos.

Se iniciaría una nueva etapa si el propio titular del Ejecutivo respeta la autonomía del Legislativo y permite que este órgano se abra a toda la sociedad, que deje el sectarismo, el interés particular y de grupo, el control amenazante a través del presidente de la Junta de Coordinación Política, que todo indica que será de nuevo Juan Javier Gómez Cazarín.

De dientes para fuera la actitud del gobernador se escucha, se lee, se ve bien. A lo mejor incluso de veras está cargada de la mejor buena intención. Entra la duda, sin embargo, cuando nombra como “puente de diálogo” con los diputados al secretario de Gobierno, Eric Cisneros, de quien no es ningún secreto en Veracruz que le gusta dialogar garrote en mano. Allá si los nuevos diputados, sobre todo los de la oposición, se dejan. Ya veremos por qué optan.

Pero al margen de este señor, el gobernador debe hacer el intento por iniciar esa nueva etapa, que beneficiaría a la población, pero también a él, máxime cuando iniciará su descenso y a medida que pase el tiempo ya no habrá marcha atrás. Hay tiempo, pues, todavía, para hacer un intento, darse una oportunidad, acaso la última, de diálogo con el otro, de negociación, de entendimiento, poniendo siempre adelante y por arriba a Veracruz, por encima de todo y de todos.

Retomo y adapto para el caso de Veracruz lo que publicó el viernes en El Financiero René Delgado, a mi juicio uno de los más serios y sólidos analistas de la vida pública del país.

La recuperación económica da tumbos. El banderazo de salida en pos de la candidatura a la gubernatura con el apoyo oficial para una candidata distrae de su función o representación a los aspirantes y el método de selección del abanderado deja entrever la posibilidad de una ruptura o desgajamiento. El movimiento de regeneración sin López Obrador al frente, anula al dirigente –que en Veracruz ni siquiera lo hay formal, sino un encargado–, y lo convierte en partido de degeneración, igual que el resto: arena de pleitos por posiciones o posturas; crisis alivianada sin querer por la oposición que, sin líderes ni dirigentes, es franquicia al portador o patrocinador.

Con algo más: la posibilidad de la llegada en diciembre de una tercera ola de contagios por Covid-19, que daría al traste con lo poco que se ha avanzado en la recuperación y que reavivaría, incluso podría agravar, la crisis económica, para cuyo control y combate con éxito se requeriría de la participación de todos los sectores de la sociedad, si es que se decide rectificar en varias o muchas cosas.

Incluso, el gobernador está ante la gran oportunidad de iniciar una nueva etapa, casi en vísperas de que entren en funciones las nuevas autoridades municipales (en menos de dos meses), reconciliándose con quienes considera sus enemigos, aun siendo de su propio partido, y contra quienes ha abierto hostilidades por el solo hecho de hacer política, a lo que tienen derecho.

El presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Sergio Gutiérrez, inició una movilización por el estado que puso al descubierto un gran vacío político, que no es de su responsabilidad, que sin mucho esfuerzo ha capitalizado. Por solo ese hecho le agarraron ojeriza e incluso lo desconocieron públicamente en lugar de haber buscado el diálogo y el entendimiento con él para que, en sus recorridos, se dejara acompañar por un funcionario estatal que participara en la difusión del presupuesto para 2022, sus alcances y sus beneficios, de tal forma que pudieran compartir créditos. Pero en lugar de voltear a ver su grave falla interna, se enfocaron solo en el éxito del legislador de Minatitlán.

Sería grave y preocupante que en esa línea lo mismo sucediera con Ricardo Ahued una vez que asuma la presidencia municipal de Xalapa. No hay ninguna duda, nadie duda que acaparará todos los reflectores porque llenará con creces todos los vacíos y las deficiencias del alcalde saliente Hipólito Rodríguez Herrero, y que si abre las puertas del palacio municipal para todos lo convertirá en la Meca política de la capital del estado, en el Muro de los Lamentos al que acudan miles para quejarse de que enfrente no los atienden, y entonces hará notar la soledad que priva en el palacio de gobierno aun antes de que avance la cuenta regresiva.

Normalmente, en la confección de un informe de gobierno lo que se cierra hasta lo último es el mensaje político, para hacer todas las consideraciones posibles de los alcances de lo que se va a decir y de los efectos que se esperan. El gobernador tiene todavía una semana para

hacer un ejercicio autocrítico, una revisión a fondo de qué ha funcionado y qué no, de quiénes dieron el ancho en la responsabilidad que se les asignó y quiénes lo han hecho bien y lo podrían hacer todavía mejor pero llegaron ya a su límite, por lo que hay quien puede completar la tarea.

La sociedad tiene deseos de participar, muchos sectores que aportar y que se les deje de ver como enemigos. El 15 de noviembre próximo puede ser el parteaguas que permee una nueva etapa en la vida pública de Veracruz. El gobernador tiene y tendrá la palabra. Opino, creo, que por el bien de todos, se debe reconsiderar el sentido y el ejercicio del poder. Todavía se está a tiempo. Tal vez mañana va a ser ya tarde, muy tarde.

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