Para quienes gobiernan un estado es importante colocar a sus peones en los lugares de riesgo, en las instituciones que podrían descubrir su corrupción; por lo tanto, es importante colocar a títeres para que cubran las huellas del crimen. Eso es el Órgano de Fiscalización Superior (Orfis), donde opera Delia González Cobos, que se ha puesto a hurgar en los sexenios anteriores, pero encubre al actual gobierno. Lo mismo hizo Lorenzo Portilla, de quien documentamos a tiempo la manera como mandaba a sus sobrinos a extorsionar empresarios.
En un futuro, dentro de dos sexenios, digamos, cuando el gobierno cambie y llegue otro auditor, utilizará a los medios oficialistas, lacayos de alcurnia, para dar a conocer que el gobierno de Cuitláhuac García es el más corrupto en lo que va del siglo; eso es lo que hace Delia González ahora.
Para que no se le reproche su encubrimiento actual, se pone a sacar cifras impactantes sobre desfalcos, sobre irregularidades, sobre desvíos. ¿Por qué los otros auditores no lo detectaron a tiempo? Por la misma razón por la que Delia González Cobos no detecta los actuales, porque la verdadera razón del Orfis es encubrir a los actuales delincuentes.
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