Nuestro deseo, como personas de bien, debe ser que las clases presenciales resulten un éxito; que los niños y maestros no enfermen

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Nuestro deseo, como personas de bien, debe ser que las clases presenciales resulten un éxito FOTO: WEB

Por supuesto, el deseo de todos es que las clases presenciales en México se lleven a cabo sin ningún incidente; esperamos que ningún niño se llegue a infectar gracias a que las medidas sanitarias se apliquen al pie de la letra. En caso de que alguno de los pequeños se contagie, deseamos que se recupere con bien, sin grandes sufrimientos y sin secuelas. Si bien hemos criticado al gobierno por la poca preparación que ha habido para este regreso a clases y por su negligencia en el manejo de la pandemia, confiamos más en los maestros, quienes tendrán directamente a su cargo la seguridad y el bienestar de los pequeños.

Vivimos tiempos inéditos, vivimos una normalidad diferente, algo que sólo veíamos en las películas de terror con pandemias apocalípticas y devastadoras. Pero eso no nos debe quitar la fe en la humanidad. Saldremos adelante y en un futuro hablaremos con nuestros hijos, con nuestros nietos, sobre el tema. Les platicaremos las lecciones que aprendimos, las cosas que en nosotros cambiaron.

El deseo de toda persona de bien es que quienes menos sufran en esta pandemia sean los niños, algunos de los cuales, en su vida de raciocinio, sólo han visto en las calles rostros cubiertos con mascarillas; aquellos a quienes se les ha negado la libertad de divertirse, de ser niños a cabalidad. Ellos, nuestros niños, deben imaginar que el mundo siempre ha sido así; un planeta con personas que sólo muestran la mitad de su rostro; un planeta de personas que no se abrazan, que no se besan, que no se visitan.

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