AMLO quería heredar abadía y no un México bronco

Pejelagarto
Andrés Manuel López Obrador FOTO: WEB
*No combatirá a la delincuencia a cambio de seguridad
*Se matan diariamente a 100 personas en todo el País

Carlos Jesús Rodríguez Rodríguez / DECIDIDO A no declarar la guerra a la delincuencia organizada o grupos fuera de la ley –muy a pesar de en 2020 fueron asesinadas 98 personas diariamente y en lo que va de 2021 la cifra rebasa los 100, pues tan solo en Febrero ocurrieron 2 mil 726 homicidios dolosos, lo que equivale a un promedio de cuatro crímenes o feminicidios cometidos cada hora, o un nuevo crimen cada quince minutos en el País-, el Presidente Andrés Manuel López Obrador se monta en un fingido “humanismo” para no cumplir con su deber, que no es otra cosa que evitar confrontarse con los malosos para no ser víctima de ataques o atentados en sus viajes al interior del País, y en ese tenor pide a los integrantes de bandas criminales de Aguililla, Michoacán, que “no se hagan daño, pues no se resuelve nada con los enfrentamientos y que se busque el diálogo. Decirle a la gente que no se dejen arrastrar por quienes tienen otros intereses, no es la lucha de bandas, en eso no debe estar la gente, no debe estar el pueblo y siempre hay salida, siempre se está logrando una convivencia y que haya diálogo, y que todos actúen de manera responsable, y que no se hagan daño, y no es nada más daño a la población civil, el daño también entre los integrantes de la bandas, no queremos nosotros que nadie sufra, no se resuelve nada con eso, con los enfrentamientos, con la confrontación”, algo que en realidad suena fuera de contexto considerando la cantidad de muertos que ocurren a diario en el País, a los que Veracruz no escapa, con un gobernador que esconde la cabeza en la arena para soslayar su responsabilidad de brindar seguridad a los gobernados.

Y ES que pareciera que el Presidente Andrés Manuel López Obrador se burla de los mexicanos en desgracia, de ese pueblo bueno que le consiente todo a cambio de unos pesos, pues de otra forma no se explica cómo es que hace un llamado a la población de Aguililla, en Michoacán, “a que ayude a conseguir la paz, que no tome el camino de la violencia, de la confrontación; hagamos a un lado el odio, el rencor, llamamos a la práctica del amor al prójimo”, cuando son, precisamente, los vecinos de ese lugar quienes son agredidos por la delincuencia organizada que nos les permite salir, ni siquiera a surtir una despensa, motivo por el cual se han rebelado formando autodefensas –como ya existen en varias parte de la Entidad-. Y es que AMLO debería enviar a la Guardia Nacional a imponer el orden y no reducir el número de efectivos –como ya lo hizo-, dejando en la indefensión total y a merced del crimen a los habitantes de aquel peligroso lugar donde hasta el ejército ha sido atacado con drones cargados de explosivos.

AMLO PUEDE argumentar ser pacifista y seguidor de Cristo o de Gandhi, algo que a la población afectada le importa un bledo, y que su gobierno mantiene su mayor disposición a evitar el camino de la violencia, y “aunque se burlen, porque tengo una razón de fondo, voy a seguir diciendo abrazos y no balazos, no se puede enfrentar el mal con el mal”, pero lo cierto es que a cambio de su propia seguridad está poniendo en riesgo la tranquilidad de la población que es agredida a diario por bandas delincuenciales que cometen secuestros, asesinatos, levantones, descuartizamientos, extorsiones y un sinfín de ilícitos que podrían hacer estallar a un País como México, que ante la ausencia de defensa o protección por parte del Gobierno podría tomar la justicia en mano propia como ya se ha visto en muchos rincones del territorio nacional, donde delincuentes son golpeados, linchados y hasta quemados vivos, y la sierra de Zongolica ha dado ejemplo de ello, lo mismo que la zona sur. Porque no es posible que el Presidente prefiera no contrarrestar a la delincuencia organizada para que nadie lo moleste en sus giras, y en ese tenor solo confirma que se ha abierto una mesa de diálogo con la comunidad, pero acota: “Les digo que no puede dejarse sin protección a la población, ahí tiene que seguir el Ejército y la Guardia Nacional”, porque de lo contrario sería terreno de nadie, y el Estado tiene la obligación de garantizar la paz (algo que no hace) y no vamos a dejar, como antes, que garanticen la paz los grupos de autodefensa”.

Y COMO si algo tuviera que ver el pasado con los yerros que ya le toca atender, el tabasqueño aduce que sus adversarios están muy interesados “en que caigamos en la trampa, no soy (Enrique) Peña, no soy (Felipe) Calderón, no soy partidario del ‘mátalos en caliente’, no soy partidario de las masacres. “Vivimos asediados, es tiempo de zopilotes. Vamos a seguir adelante, vamos bien, qué bien que tenemos la posibilidad de comunicarnos con la gente. Vamos a buscar que se logre un acuerdo y que se evite la violencia”. El Presidente hubiera esperado heredar un convento o un monasterio en vez de un País convulsionado al que le saca la vuelta, dice que no piensa ir pronto a Aguililla “porque no quiero hacerle el caldo gordo a la prensa amarillista. No me estoy chupando el dedo, estamos pendientes”.

EL PRESIDENTE dice en descargo que las peticiones hechas por los pobladores de la comunidad de Aguililla, serán atendidas, pero llama de nueva cuenta a las bandas de la delincuencia a que “no se resuelve nada con enfrentamientos”. E insiste: “es buscar la paz, la reconciliación. No a la violencia”, a la vez que afirma que para pacificar no sólo deben atenderse las causas, sino que también se requiere atender el consumo de drogas en otros países, y cuestiona si hay campañas en otras naciones sobre el daño de las drogas o son temas que no se abordan.

Y PODRÁ dar mil razones López Obrador, pero lo cierto es que el País se sigue desangrando, y lo peor es que la guardia nacional, al no tener la instrucción de actuar, salvo en defensa propia, ha abierto un flanco que está siendo aprovechado por los grupos delincuenciales que ya estaban, y los que han ido surgiendo a partir de la aprehensión o muerte de capos, y mientras esto sucede, la Fiscalía General de la República –por instrucciones presidenciales- persigue a gobernadores que no son afines, les cierra la puerta, o encarcela a empresarios para obligarlos a devolver recursos que nadie sabe a dónde van a parar, o desata una cacería contra cercamos colaboradores de Felipe Calderón porque, según él, se acabó la impunidad, cuando las bandas del crimen organizado siguen operando a sus anchas, aunque, insistimos, AMLO no las combatirá porque de hacerlo dejaría la faramalla de subirse a aviones comerciales, viajar con poca seguridad y meterse entre el pueblo. Un sacrificio de la sociedad a cambio de la seguridad presidencial. Vaya caso…OPINA [email protected]

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