En el año 2010 el entonces aspirante a la presidencia de México, a punto de hacerse candidato presidencial para las elecciones de 2012, inició una campaña para fortalecer el poder civil en el país. «El militarismo no es la solución» señalaba un 26 de abril de 2010. Entonces se repartían carteles entre sus seguidores con la leyenda: «No a la militarización del país». Una de las reformas constitucionales que López Obrador anunció es hacer que la Guardia Nacional sea parte de la Secretaría de la Defensa Nacional. Para muchos esto significa que un brazo armado del Ejército estaría en las calles, labor que le corresponde a las fuerzas civiles.
Por supuesto, el presidente de México niega que esa reforma sea para militarizar el país. Pero que tan contundente sería ese mensaje que hasta el Partido del Trabajo, en voz de uno de los más fervientes súbditos de AMLO ha dicho que ellos no están de acuerdo con esa posible reforma. La excusa de López Obrador es que no quiere dejar la Guardia Nacional al garete: «No quiero que suceda lo que pasó con la Policía Federal, que se integró y se echó a perder».
Merece la pena hacer notar que para muchos ciudadanos el Ejército ha dejado de ser un tótem de legalidad y honradez. Después del caso Cienfuegos, que fue detenido y acusado por la justicia de los Estados Unidos y después rescatado por la diplomacia de México, el Ejército y el gobierno han perdido credibilidad.
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