Como dijera Pedro Infante, el ídolo del pueblo, «arránquese rascatripas», y entonces el mariachi aventó la primera estrofa de la canción Amigo del brasileño Roberto Carlos: «Tú eres mi hermano del alma realmente un amigo. Que en todo camino y jornada está siempre conmigo. Aunque eres un hombre aun tienes alma de niño. Aquel que me da su amistad, su respeto y cariño». No crea que es una remembranza de cuando vino Juan Pablo II a México, no para nada, se trata de la despedida que le hicieron unas mujeres al subsecretario de Salud Hugo López-Gatell, por la clausura de sus conferencias vespertinas.
Habría que preguntarles a estas féminas qué es lo que realmente le celebraban al encargado principal de controlar la pandemia del covid-19. Acaso celebraban los 229 mil muertos. O las veces en que este personaje se equivocaba con las cifras o cuando dijo que, si rebasaba las 60 mil muertes, sería una verdadera tragedia para México.
Este es el México surrealista que nos tocó vivir, un país que festeja a un personaje que se sintió tocado por el dedo de Dios y que se manejó con mucha frivolidad cuando había que demostrar empatía y entrega con los deudos, por la pandemia más letal en nuestro país. Ni hablar, en este México hay festejo para todo.
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