Tristemente más y más mujeres son sacadas en bolsas negras de la casa de Andrés “N”. En ese sitio no sólo se albergaba la muerte y el odio, pues cientos de historias son las que acompañan al feminicida serial de Atizapán. Cuando por primera vez se detuvo a este “demonio”, la policía del Edomex encontró algunas credenciales de algunas de sus víctimas. Pero, ¿cuál es la historia detrás de esas identificaciones? Luego de buscar a una de estas chicas, trascendió la noticia de que el asesino de Atizapán también buscaba presas en los bares de la ciudad.
Ya que una de las credenciales encontradas pertenecía a Flor, una fémina que trabajaba en una cantina local. Al ser entrevistados los compañeros de trabajo de esta persona, ellos comentaron que las últimas palabras de su colega fueron: «Me voy a ir con el viejito porque necesito dinero para pagar mi renta, no a completo». Al día siguiente, Flor no regresó a trabajar.
De igual forma, las personas con las que trabajaba una de las tantas víctimas del feminicida serial de Atizapán comentaron que Flor vendía comida en las mañanas, ya que ella era mamá soltera y veía la forma para sacar adelante a su muchacho.
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