La irrupción del covid-19 en el escenario mundial ha marcado el fin y el principio de un nuevo paradigma urbano. Este enemigo biológico ha roto con el modo tradicional de socializar, ha trastocado las costumbres, el comercio, la manera de hacer política y hasta nuestra manera de manifestar nuestros sentimientos a los demás. Desde luego que, si tomamos el lado positivo, la nueva normalidad se presenta, entonces, como una gran oportunidad para repensar nuestras ciudades y el modo de habitarlas con mayor consciencia y compromiso medioambiental. Es cierto que la mayoría de los enfoques y análisis han sido dirigidos a las afectaciones económicas, ya que las clases más desprotegidas han sido las más afectadas.
Muchos creen que se requiere contar con los medios económicos para comprar un tanque de oxígeno de emergencia o ser atendido por un hospital privado. Sin embargo, los esfuerzos de miles de hombres y mujeres que están arriesgando su propia vida en los hospitales públicos, ha permitido que la pandemia en México se vaya paliando. Es momento de cambiar las políticas públicas en lo que se refiere a salud.
La inversión de los recursos públicos para fortalecer los sistemas de salud, debe tomar en cuenta a este ejército de héroes anónimos que trabajan en los hospitales sólo por contrato. Se les debe premiar, no habrá mejor reconocimiento para ellos que dándoles un trabajo seguro y estable, para que puedan darles una vida diga para los suyos. Es lo menos que puede hacer el gobierno mexicano por ellos.
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