Está claro que Emilio Lozoya Austin, exdirector de PEMEX y testigo VIP de la Cuarta Transformación, está dispuesto a declarar todo lo que le dicten o lo que su enfebrecida imaginación le susurre. En el cumpleaños número 67 de López Obrador, Emilio Lozoya le manda su regalo al presidente ampliando su declaración. Y es que de repente se acordó de más cosas. Y como todo mundo anda pensando en las inundaciones de Tabasco, pues para desviar la atención salió a declarar que del dinero de los sobornos de Odebrecht, se ocupaba buena parte para atacar a López Obrador, candidato presidencial en 2012:
“Si bien los entregables referidos eran reportados directamente a Videgaray, tengo conocimiento de que, básicamente, se trataba de productos tales como encuestas electorales, diseños de estrategia de comunicación para golpear y desacreditar a los candidatos de la oposición, con especial referencia a López Obrador”.
Ni las mañanitas de los chairos en palacio nacional le causaron tanto contento al presidente López Obrador como la declaración ampliada de Emilio Lozoya. En realidad, ya no se sabe qué es peor, ¿un funcionario corrupto o un “sapo”? A lo mejor Lozoya Austin es las dos cosas, un funcionario corrupto y un “sapo”.
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