La Conquista y el Penacho (Cuarta parte y última parte)

Conquista
La Conquista y el Penacho FOTO: WEB
- en Opinión

Jorge Flores Martínez / Tlaxcala en aquellos años de la conquista era una especie de confederación de ciudades-estado que se gobernaba por algo parecido a un consejo de notables que, por cierto, ya estaba al tanto de los españoles y su entercada obsesión de ver al gran tlatoani. Los recibieron amistosamente y dispusieron formar una alianza para atacar Tenochtitlán, pero uno de los notables nomás no se convencía del todo, por lo que dispuso echar la suerte a una batalla y si ganaban no había alianza y si perdían, pos si.

Los españoles les pusieron una tunda de Dios es padre a los tlaxcaltecas, pero estos resulta que dijeron que no era penal y no aceptaron los términos de la derrota, por lo que Xicoténcatl le dijo a Cortés que nada de nada, que dispusiera a marcharse lejos de Tlaxcala, ahí no cabían los dos. Claro que no cabían, apenas cabían ellos en ese entonces y aún, diminuto territorio.

Pero Cortés siempre insistente envío una carta a Xicoténcatl para que reconsiderara la negativa de acompañarlos a Tenochtitlán, la cual respondió y la quiero citar de forma integra para observar la calidad y capacidad negociadora de ambas partes. “¿Paces? Ciertamente las celebraremos, venid a Tlaxcala en donde está mi padre. Allí haremos los paces, hartándonos de vuestras carnes y honrando a nuestros dioses con vuestros corazones”.

Al final la insistencia de Cortés fue mayor que la amenaza de los tlaxcaltecas de comerse a los españoles y firmaron un acuerdo de paz el 18 de septiembre de 1519, en el que por fin se formalizó la alianza para ir a visitar al gran tlatoani a Tenochtitlan.

A pesar de que por Tlaxcala llegaban directo a Tenochtitlán, por alguna razón desconocida deciden ir a Cholula. Ahí fueron bien recibidos por las autoridades, les permitieron hospedarse en la ciudad y visitar las pirámides. Al tercer o cuarto día, Cortés notó como que ya no lo pelaban y Mallintzi, que era buena para el chisme, lo alertó que los cholultecas ya se habían puesto de acuerdo con los mexicas para tenderles una emboscada y darlos en sacrificio a sus dioses. Así que Cortés decidió anticiparse y capturó a los líderes y sacerdotes cholultecas y abrió fuego contra todo el que se le pusiera en frente, en unas cuantas horas eran miles los muertos y los cholultecas fueron sometidos y acabaron aliándose a los conquistadores.

De Cholula a Tenochtitlan pasando por el Paso de Cortés y eso que Cortés todavía no pasaba y ya iban todos, españoles, totonacos, tlaxcaltecas y cholultecas, bien encaminados y contentos. De vez en cuando se aparecían embajadores de Moctezuma para disuadir a Cortés de ir a Tenochtitlan, que si la verificación y el engomado de los ejércitos, que hoy no circulan totonacas y lo que quieran y gusten, pero Cortés iba a visitar al gran Tlatoani Moctezuma y nadie ni nada se lo impediría.

Cortés y sus tropas entraron a la gran ciudad de México Tenochtitlan el 8 de noviembre de 1519, fueron recibidos por el huey tlatoani Moctezuma Xocoyotzin y su séquito compuesto por el Tlatoani de Tlacolpan y el de Tezcuco, así como cientos de personas de alto rango del imperio. Cortés se bajó del caballo y Moctezuma de su poltrona, sus súbditos extienden mantas finas para que el emperador no toque el suelo, sus ropas eran bordadas con piedras preciosas, perlas y las plumas más maravillosas, las sandalias eran de oro puro. Cortés, sirviéndose de sus traductores, Jerónimo de Aguilar y Mallintzin, sacó el collar de cuentas finas para regalárselo al emperador, el emperador a su vez, le regaló un collar de oro y un fino penacho, aquí la razón del dichoso penacho de Moctezuma que hoy está en Austria y que los Habsburgo dicen el que regala y quita con el diablo se desquita.

El conquistador intentó abrazar al Huey Tlatoani pero fue impedido, nadie podía tocarlo ni verlo a los ojos siquiera. Tras ese breve intercambio, la comitiva se dirigió al palacio de Axayácatl, donde serían hospedados los españoles y el cual se encontraba cercano al recinto sagrado de la ciudad.

Moctezuma siguió insistiendo a Cortés que se retirara de la ciudad, el malestar entre los mexicas ya era evidente, no les parecía el comportamiento abyecto de su emperador y este evitaba un levantamiento del pueblo a toda costa, sabía que todo estaba perdido, tal vez era supersticioso y creyente de profecías, pero nada se veía bien para su pueblo.

Cortés al ver el malestar de los mexicas, le pidió a Moctezuma que se dirigiera a su pueblo, en el cual, llorando, Moctezuma se reconoció como vasallo de Carlos I y le pidió a su pueblo obediencia a los conquistadores españoles.

Por desgracia aquí no acabó todo, el resto del relato es terrible, los mexicas mataron a Moctezuma de una pedrada, Cortés tuvo que ir a la costa a enfrentarse con enviados de Diego Velázquez que venían a apresarlo, regresó al enterarse que Alvarado había cometido una matanza en Tenochtitlan y tuvieron que escapar de la ciudad en lo que conocemos como la “Noche Triste” y de ahí planearon el sitio de la ciudad para vencerla sin la menor posibilidad de tregua.

Esta es la mayor epopeya de la historia de la humanidad, nunca se habían encontrado y enfrentado dos culturas, dos visiones y concepciones de la vida tan distintas, la indígena y la española. La conquista de México Tenochtitlan fue el parto dolorosísimo donde como consecuencia vimos la luz los mexicanos. No fuimos vencidos ni vencedores, somos los herederos de dos culturas enormes y fabulosas.

La conquista en todo caso la realizaron las tropas de Cortés, miles y miles de totonacos, tlaxcaltecas, pueblos cansados de estar bajo el yugo de un imperio como el mexica y un diminuto aliado, la viruela, que diezmó a nueve de cada diez pobladores originales de estas tierras en los siguientes doscientos años.

Por desgracia nos enseñaron a ser víctimas de nuestra historia, que cómodamente asumiéramos que no podemos cambiar nuestra derrota eterna. Ya perdimos y no tenemos otro destino más que seguir perdiendo siempre.

Eso no es cierto, nunca lo ha sido, ganamos y no nos lo quisieron decir. No les conviene que seamos conscientes que somos ganadores y herederos de uno de los mayores legados de la historia de la humanidad.

Pero nos asumimos como perdedores, no entendemos que lo que había antes de la conquista es solo la mitad de lo que somos ahora, y permanecemos empeñados en rechazar la otra mitad de nuestra extraordinaria herencia.

Hay quien quiere ver el Penacho como una victoria de nuestro pueblo, cuando la verdadera victoria está en cada uno de nosotros, los mexicanos.

El año que entra para conmemorar los 500 años le sigo con el detalle de la verdadera historia de la conquista según yo, de momento, aquí le dejamos para no aburrirlos.

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