Una lucha por vivir

Lucha
Paciente con covid-19 FOTO: WEB
- en Opinión

Luis Ortiz Ramírez / “Maestro, sus pulmones no responden como debieran, si en las próximas dos horas su saturación respiratoria no sube, tendremos que intubarlo, su esposa y sus familiares ya están avisados”.

Una mañana un médico vestido de un traje azul,  se acercó  a mi cama en el área de cuidados intensivos, con cierta solemnidad  me dijo: Maestro, sus pulmones no responden como debieran, si en las próximas dos horas su saturación respiratoria no sube, tendremos que intubarlo, su esposa y sus familiares ya están avisados.

En ese preciso instante, sentí que se me erizaba el pelo, mi vida comenzó a pasar por mi mente como una película, sabía que tenía pendientes que arreglar y reflexionaba de los que había hecho bien y de los que no. Estaba muy consiente de esa posibilidad, sabía que de 10 intubados, solo dos logran salvarse. Tan pronto se retiró el médico, cerré  mis ojos, me esforcé por controlar mi ritmo cardiaco, comencé a respirar hasta donde me lo permitían mis maltrechos pulmones, deje de pensar en los demás, y me enfrasque en esa silenciosa batalla de vida o muerte.

De 76, el respirador comenzó a marcar 80, poco después, mi saturación marcaba 88. Había logrado salir del área de peligro, el pecho me dolía pero había valido la pena. El médico que me había advertido antes, me dijo en voz baja; deja de pensar en los demás, veo que te preocupas y que te inquietas mucho cuando alguien muere, piensa más en ti, a ellos sus familiares ya los están llorando. Preocúpate más por ti. Ese consejo, aparentemente egoísta me hizo reaccionar.

De ahí en adelante, cerraba mis ojos por más de seis horas, calculaba y medía mi respiración con una sincronía meticulosa, esa rutina solo la interrumpía la hora de los alimentos y de hacer mis necesidades, después de ello comenzaba otras seis horas. El día lo dividía en tres secciones de seis horas, hasta que por la noche, intentaba quedarme dormido. Luego de más de 20 días, llego el momento en que pude asumir el control completo de mis lastimados pulmones. A partir de ahí mi recuperación fue más rápida, hasta que finalmente fui desconectado del oxígeno auxiliar.

Hoy, casi tres meses después, sigo luchando, hago cardio en mi caminadora. Por recomendación de mi internista  solo camino  45 minutos diarios  divididos en tres secciones de 15 minutos. Por las mañana  hago ejercicios de respiración y yoga

Ahora con suma preocupación, me entero que se ha instaurado un  toque de queda en nuevas regiones de Francia e Italia, también en  Gales  se vuelve a encerrar, y en gran parte de Europa se preparan para frenar la segunda ola de Covid-19. Mientras eso sucede, México se aproxima para llegar al millón de contagios y se aproxima para alcanzar las 100 mil muertes. Lo curioso de todo esto, es que aún no salimos de la primera ola, y en algunos estados,  la gente  ha bajado la guardia ante una de las pandemias más letales y contagiosas.

Por todo ello, al echar un vistazo hacia atrás, veo que soy una persona privilegiada, estuve rodeado de profesionales que están arriesgando su vida, vi con mis propios ojos que aún existe el amor en los hombres. Creo que esta pandemia nos debería hacer más humanos, aprovechar para sacar lo mejor que tenemos dentro, dejar de lado los prejuicios y dejar que nuestro altruismo por los demás florezca para hacer más llevadera esta situación. Debo reconocer que hablar en secreto con mi Dios, me permitió sentirme siempre acompañado en una fría cama de hospital.

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