La procacidad de algunos que se dicen periodistas se vuelve cada vez más aberrante; esto no se veía ni en los tiempos de Fidel Herrera, a quien calificaban como el mesías de Nopaltepec; ¿no hasta un himno le hicieron? Es comprensible que algunos, incapaces de hacer valer su talento, deban vender la pluma a quien les lance por ahí una moneda de ínfimo valor. Preguntamos a esos periodistas, ¿esa moneda merece que quede inscrito para siempre su obscena abyección? Circulan por ahí los artículos de algunos columnistas que por “coincidencia” ponderan la manera como operó Juan Javier Gómez Cazarín para quitar de la titularidad del Poder Judicial a Sofía Martínez Huerta.
«Misión cumplida», como si esas fueran las palabras del caballero andante que saliera a desfacer entuertos, a proteger viudas y a socorrer huérfanos; como si llegara de defender a la “Dulcinea” que gobierna Veracruz. Lo que hizo Cazarín, Éric Cisneros y Cuitláhuac García es un acto pleno de represión e ilegalidad. Dos poderes, el Ejecutivo y el Legislativo contra el Judicial; un verdadero golpe de Estado que debería ser llamado como es, que debería ser repudiado por el daño que se le está causando a la democracia en el estado.
No se dan cuenta esos periodistas de ese daño porque las dos monedas que les pusieron en los ojos, como el barquero a los muertos que conduce por el río Estigia, no les permiten ver. Les matan el oficio de periodistas y los convierten en apologistas y ellos ni cuenta se dan. Pobres, da lástima hasta ver como sacian su hambre legítima, con dinero ilegítimo.
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