El fuego amigo y la crueldad con la que se han tratado los candidatos a dirigir a Morena, no ha pasado desapercibido para la sociedad mexicana. No saben que cada mordida caníbal que se dan es un bocado envenenado que destruirá a los dos bandos. Durante un poco más de un año, los mexicanos han sido mudos testigos de una guerra fratricida e intestina que ha desgastado al mismo partido. Además, Morena no ha podido quitarse el hedor putrefacto y corrupto que dejó la administración de Yeidckol Polevnsky, ni ha tenido la capacidad y humildad para poder sustituirla.
Aquellos que dicen que el PRI le ganó a Morena en la tierra de Osorio Chong y en el feudo de los Moreira, están equivocados. En esos estados los candidatos morenos fueron aplastados por Morena, el PRI, sólo fue la guadaña. Desde luego que cuenta mucho el ejercicio gubernamental que han tenido los gobernadores morenistas y las decisiones obcecadas del propio Gurú de la Cuarta Transformación.
Si los morenos no quieren repetir los resultados de Hidalgo y Coahuila en las elecciones intermedias del 2021, tendrán que cambiar su manera de gobernar, limpiar el chiquero que tiene en casa y ponerse a trabajar. Esa es la fórmula. Por cierto, en Veracruz esos resultados han sido como un cubetazo de agua fría para los diputados y funcionarios de Cuitláhuac García, quienes estaban sobrados y creídos de que el pueblo bueno les aguantaría todas sus marranadas. Por lo pronto, Morena deberá asumir con humildad la lección que deja la derrota.
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