Polarizar, la llave que abrirá el Infierno

Polarizar
Disturbios en Estados Unidos FOTO: WEB
- en Opinión

Luis Ramírez Baqueiro / 

“La ira del hombre nunca realiza la justicia de Dios.” – Santiago 1,20.

Estudiaba la preparatoria cuando un 3 de marzo de 1991 me enteré de la brutal golpiza a un taxista afroamericano de nombre Rodney Glen King por parte de la Policía de Los Ángeles.

Las imágenes quedaron vídeo grabadas por George Holliday junto a su mujer Eugenia, unos videoaficionados, quienes con su cámara Sony registraron todo el incidente.

Fue suficiente que las cadenas de noticias transmitieran en sus espacios informativos las imágenes para que los habitantes angelinos en hordas desenfrenadas salieran a las calles literalmente a destrozar e incendiar la ciudad.

¿Qué sucedió? Fue la pregunta.

Rodney King trabajaba como taxista, ese día, fue perseguido en la autopista por la policía a altas velocidades, negándose a detenerse cuando se le indicaba mediante luces y sirenas. Tras saltarse varios semáforos y señales de alto, se paró en el distrito de Lake View Terrace.

Por desgracia la historia policial de King no era la mejor, tenía antecedentes de conducción bajo los efectos del alcohol, y se creía que había consumido fenciclidina, se resistió a su arresto, y fue derribado, inmovilizado y golpeado con porras por cuatro miembros del LAPD, estando esposado.

¿Qué provocó la respuesta violenta de la sociedad?

Los constantes señalamientos de violencia policial, los ultrajes sistemáticos y una radicalización violenta del discurso por parte de elementos de la Policía de Los Ángeles.

¿Qué sucedió en el caso de George Floyd?

El pasado 25 de mayo, George Floyd, un estadunidense de 46 años, acudió a la tienda Cup Foods, en Minneapolis, Minnesota, a comprar unos cigarros alrededor de las 20:00 horas, según relatos de testigos.

Ya estando en el lugar, Floyd pagó los cigarrillos con un billete de 20 dólares, el dependiente un joven adolescente, afirmó que el billete era falso, suficiente para llamar a la policía.

Se ha podido saber que Floyd, quien tenía ya varios años viviendo en Minneapolis tras mudarse de su natal Houston, Texas, era cliente habitual de la referida tienda de conveniencia, según confirmó el mismo dueño de la tienda, Mike Abumayyaleh, quien ya no se encontraba en ese momento en el lugar.

La violencia policial nuevamente fue el detonante de la tragedia, que hoy tiene protestas en 76 ciudades norteamericanas y del extranjero, en las que en al menos 40 han impuesto el toque de queda.

La actuación del agente Derek Chauvin al presionar por espacio de 8 minutos 46 segundos el cuello del afroamericano fueron suficientes para causarle la muerte, a pesar de los gritos de advertencia del propio detenido quien afirmaba que no lo dejaba respirar.

Lo siguiente usted ya lo sabe, una violencia desenfrenada en medio de la desesperación de más de 40 millones de norteamericanos que en escasos 60 días han perdido su empleo como consecuencia de la crisis sanitaria por el Covid-19 el tanque de combustible de una explosión social sin precedente.

En México el discurso polarizante del presidente López Obrador tras un año seis meses de gobierno comienza a provocar efectos semejantes.

El fin de semana un grupo de ciudadanos en al menos 30 estados del país encabezaron una serie de caravanas de protesta a favor de la dimisión del mandatario, al que responsabilizan directamente de la severa crisis económica inducida en parte también por la pandemia.

En ambos casos la violencia ha estado presente.

Mientras en México la ecuación violenta la imponen el pleito permisible de carteles por parte del propio gobierno transformador de la 4T, en EU lo imponen las justas raciales.

Todo atomizado por el discurso polarizante de dos sujetos que no saben hablar de otra manera; pues se han formado siempre peleando contra el sistema, uno desde la óptica capitalista, el otro bajo el absurdo complejo de la igualdad social (socialismo) mal entendido o comprendido a conveniencia.

La gravedad de ambos escenarios es de sumo análisis, pues las consecuencias podrían ser catastróficas para la población, que cansada de la inacción económica ve con desesperación el actuar de sus gobiernos.

Polarizar el discurso es sin temor a equivocarnos la “llave maestra” que abrirá las puertas del infierno, con el riesgo latente de despertar a los demonios que terminen por acabar con la sociedad tal como la conocemos.

Al tiempo.

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