Después de la derrota en la Segunda Guerra Mundial, ciertos países como por ejemplo Alemania, Corea del Sur, España, Italia y México, iniciaron un espectacular crecimiento económico, político y social de sus naciones. Japón no despegó inmediatamente debido a las restricciones impuestas y al ocupamiento norteamericano. No obstante, tres años después comenzó a reconstruir sus instalaciones y en pocos años ya era una potencia económica. En la década de 1960, Japón superaba a todas las naciones de Europa Occidental en el producto nacional bruto y seguía a Estados Unidos como potencia industrial mundial.
No obstante, México no le apostó a la tecnología, basó su desarrollo tan sólo en el petróleo y desafortunadamente, el cáncer de la corrupción y el modelo rapaz neoliberalista sólo enriquecieron a una casta de intocables. Hoy, con la llegada del coronavirus, México enfrenta un reto similar al de Japón. La guerra no fue militar, pero sí biológica. Este letal virus invisible le pegó a la economía, su producción se encuentra detenida.
Las remesas que mandan los inmigrantes mexicanos han descendido, el precio del petróleo mexicano está para llorar y, desafortunadamente, no hay un plan emergente definido para resarcir las secuelas que nos dejará el Covid-19, muy a pesar de la inyección que hizo el Banco de México, por la friolera cantidad de 30 mil millones de dólares. Ojalá y que el gobierno emergido de Morena se ponga las pilas y no deje pasar esta oportunidad para que, juntos con la gente, se reactive lo más pronto la economía mexicana. Ahí está el ejemplo de Japón.
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