Carta abierta al Dr. Fidel Herrera Beltrán

Fidel
Fidel Herrera Beltrán FOTO: ESPECIAL
- en Carrusel, Opinión

Armando Ortiz / Xalapa, Veracruz, 27 de noviembre de 2010. Dr. Fidel Herrera Beltrán, la presente es para manifestarle mi parecer ahora que está a unos días de dejar el gobierno de Veracruz, estado del que usted fue gobernador por seis años, y para hacer un breve recuento de lo que para mí fue su sexenio.

Precisamente hace seis años un servidor tenía un programa de radio en el que trataba asuntos culturales y políticos. Me tocó, y lo digo ahora que ya no es relevante, defender su triunfo en contra de Gerardo Buganza desde esa trinchera; y digo triunfo porque así lo creí en su momento. Lo recuerdo bien, tan activo entrando y saliendo del restaurante La Estancia donde yo compartía mesa con mis amigos y amigos suyos: Rafael Arias, Fernando Morales, Roberto Williams y Rafael Junquera. Todos pensábamos que con su llegada al gobierno de Veracruz nuestro estado habría de tener una nueva forma de gobernar. Llegaba al poder un hombre de origen humilde, que se había esforzado por alcanzar sus metas, que conocía la pobreza y que dentro de sus empatías habría de tener una muy fuerte a favor de los pobres. No sabe cuántas veces analizamos sus primeras acciones de gobierno, sus decisiones, sus yerros y poco a poco, sus desvaríos. No entendíamos como era posible que usted permitiera que sujetos abyectos se rindieran a su persona con halagos y alabanzas que estaban tan fuera de lugar.

Después entendí que todo era un plan bien trazado para hacer de usted una figura icónica que penetrara en la mente de los veracruzanos para obnubilarlos y así lograr que estos no se dieran cuenta de los manejos financieros que usted estaba haciendo y permitiendo.

Primero estuvo eso de la bursatilización, asunto que de inmediato investigué y critiqué, lo que me valió ser llamado “ignorante”; luego vino el exceso de la “Fidelidad” y su gabinete lleno de jóvenes voraces que, amparados en la permisividad de su doctrina, hicieron lo que quisieron en el lugar que los colocara.

Después de un tiempo ya no aguantábamos su arrogancia y su patética manera de conducirse; nos hartaron sus fornicaciones, sus adulterios, sus bizarrerías; toda su corte uniformada de rojo, desde los zapatos hasta la cartera; vaya bellacos.

Dr. Herrera Beltrán, en particular no podía entender esa patología suya de uniformarse de todos los oficios por haber; como a Cantinflas lo vimos vestido de bombero, patrullero, médico, pescador, maestro, rescatista, jarocho, músico, etc., etc. Y ese afán suyo de los primeros años por asistir a todas las fiestas que le invitarán y su empeño protagónico. Corría la broma entre los veracruzanos de que, si usted asistía a una fiesta de quince años, usted quería ser la quinceañera.

Querido Doctor, al principio todos creíamos en usted y le aguantábamos esos excesos. En donde se presentara, la gente llegaba a montones y las madres le “entregaban” a sus hijas y las viudas a sus huérfanos. Le tiraban, como al Mesías, los enfermos a sus pies para que con una palabra suya los sanara; pero usted entregaba las famosas tarjetas que lo arreglaban todo, pero que pasado el tiempo ya nadie quería aceptar.

Dr. Herrera Beltrán, hay que reconocer la gran habilidad que tiene usted para el discurso. Sin duda es un gran maestro de la oratoria. Nos cautiva, por un momento logra que las cosas se nos olviden y hasta llegamos a creer en lo que dice, perdiendo de esa manera la razón. Pero otra vez la realidad, su gran enemiga, nos hacía recuperar la cordura, a algunos más temprano a otros más tarde.

Así, a base de discursos, fue usted inventando un Veracruz que sólo estaba en su imaginación. Nunca cejó, hasta el último Informe de su gobierno siguió restregándonos en la cara esa dicha que nos negábamos a ver. Algunos lo calificarán de caradura, yo señalo que su actitud es congruencia; ni modo de ponerse a dar golpes de pecho y aceptar los errores con un mea culpa.

Pero su gobierno, Dr. Herrera Beltrán, también tuvo logros, debo admitirlo. Es loable que, en este sexenio, con la carga de trabajo que tuvo por ser gobernador, haya terminado una maestría y un doctorado en la Universidad Veracruzana. De un sólo plumazo logró usted poner a nuestra UV en la lista de las universidades “patito”, todo por esa obcecación suya de tener lo más altos grados académicos.

Entre otros logros usted consiguió lo que la lengua tarda décadas y a veces siglos, a saber, cambiar el sentido semántico de una palabra. Hoy día en Veracruz “fidelidad” ha dejado de ser una palabra virtuosa, pues usted ha logrado que la palabra “fidelidad” tenga más que ver con la complicidad, con la confabulación, con la corrupción; hoy día ya nadie quiere ser llamado “fiel”. Esperamos que esto no dispare los índices de adulterio que de por sí ya son altos.

Pero lo que más nos deja son deudas, y no sólo monetarias. Nunca logró construir el famoso libramiento que iniciado su gobierno ya anunciaba como un hecho consumado. Pero la deuda mayor es con los pobres. Nunca nos brindó bienestar, antes bien nos queda un malestar incómodo por haber confiado en usted. Hizo más ricos a los ricos y más pobres a los pobres; hizo cínicos a los ladrones y envileció el servicio público. Se olvidó de sus orígenes y hasta despreció a los caídos en desgracia señalando que, como usted, no tenían llenadero.

Dr. Fidel, ahora que se va no hace falta desear que le vaya bien, porque sé que usted siempre logrará que le vaya bien. No espero que logre sus objetivos, porque ya escuche que usted quiere que a todo México le vaya como le fue a Veracruz y eso, cercana la Navidad, no es un buen deseo. Antes bien, me gustaría que pensara en cuál es su finalidad al buscar la presidencia de este país. ¿La misma que tuvo cuando buscó la gubernatura de Veracruz? ¿Para qué quiere ser más rico? Mejor retírese a disfrutar lo que ya tiene, porque ni con 100 vidas logrará acabarse todo el dinero que robó dejando a Veracruz en un estado lamentable.

Sólo una cosa más señor Doctor, cierta noche, cuando esté solo en su habitación acérquese a un espejo, mírese fijamente a los ojos y pregúntese si está orgulloso del sujeto que ve; a lo mejor estará satisfecho, como el ave de rapiña después del banquete, pero orgulloso, le juro por esta Patria que todavía no logro entender, orgulloso nunca lo va a estar. Sólo espero que un sujeto como usted nunca nos vuelva a ocurrir en Veracruz.

Sin más por el momento me despido esperando que pase usted un buen día.

Atentamente:

Armando Ortiz

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