En las grandes desgracias podemos dar cuenta de quién es cada quien. Dice la sagrada escritura que del corazón habla la boca y eso es muy cierto en las redes sociales. Muchos se compadecen del pobre y desgarran sus vestiduras en sus muros. Salen con frases chocantes, como me «dueles México» y se erigen como la rencarnación de la piedad y misericordia andante, pero sólo eso, de ahí no pasa. Otros aprovechan la situación y perifonean su supuesto hecho bondadosos; en otras palabras, son cuestionables sus motivos de ayudar. Desgraciadamente la falta de cultura, educación, valores y de un mínimo de sentido común puede poner a México de rodillas ante la peor pandemia de origen mundial.
Muchos no están acatando las recomendaciones de quedarse en casa. Es cierto, algunos tienen que hacerlo de manera obligada, si no lo hacen, no comen, pero a otros estas recomendaciones le vienen valiendo madre. El informe del presidente de la República muestra que se subestimó el problema y que no existe un plan definido que pueda contener el número de contagios en las 32 entidades federativas. El problema se agrava y nadie puede cuestionar que la mayoría de las familias mexicanas corremos peligro tangible de contagiarnos del Covid-19 y desafortunadamente el Estado mexicano no puede garantizarnos una atención decorosa y apropiada.
Hoy los mexicanos nos enfrentamos a una calamidad de inmensas proporciones y mucho dependerá que salgamos delante de nosotros mismos. Debemos hacernos más responsables, más acomedidos, conscientes de que el gobierno mexicano no podrá solo con esta pandemia. Es hora de meter el hombro, no sólo por los demás, sino por nuestra familia, por nosotros mismos.
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