Se llama Antonio Canul Palacios y es de esa clase cobarde que utiliza las redes sociales para atacar a aquellos que se atreven a criticar a su gobernador, con quien se tomó una foto y ya se siente su amigo. Es enemigo de los periodistas “chayoteros”, e incluye a su albedrio a quien se le antoja, aunque el gobierno no haya dado una sola prueba de esos presuntos periodistas que estuvieron en nómina de Jorge Winckler. Sin embargo, de él sí hay pruebas de sus delitos; el periodista Ignacio Carvajal lo ha exhibido:
“En 2015 fue enviado a la cárcel por una denuncia por fraude por un millón de pesos que le chingó a la empresa Electrohogar allá en el puerto jarocho. Desde entonces se volvió un resentido social porque le echa la culpa al sistema Pri-Pan de la desgracia de su vida, aunque antes fue un lambiscón del PRI, del Pan y del PT. A diario se la pasa insultando a quienes critican a Amlo y a Cuitlahuac. Con un lenguaje vulgar ataca y acusa a los corruptos. Cómo si el señor fuera el mirlo blanco (…) Hasta hace unos seis meses protagonizó un escándalo en Puente Moreno al intentar ganarle el paso al tren, y el coche que manejaba resultó impactado pues presuntamente iba bien bolo”.
Pero Antonio Canul niega todo, pero sin pruebas, como si su palabra fuera ley. Para su mala suerte, su fama delincuencial ha trascendido y ya hasta de “roba libros” lo tachan. Esa es la nueva clase apologista de un régimen que sigue sin funcionar. Canul Palacios cree que le hace un favor a Cuitláhuac García cuando lo defiende; no sabe que la calidad de la defensa depende de la honestidad y congruencia del defensor.
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