¡Señor presidente!, falta la democratización del SNTE, usted tiene la última palabra

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Fernando González Sánchez con el presidente López Obrador FOTO: WEB
- en Opinión

Luis Ortiz Ramírez / En el 2006  millones de mexicanos fuimos testigos del gran fraude electoral que se cometió contra el candidato, Andrés Manuel López Obrador. Luego vino otro descalabro en el 2012. El propio candidato reconoció que el triunfo se lo robaron en  las urnas que no  supieron cuidar.

El primer fraude cometido, fue el domingo  2 de julio de 2006, fue la elección más competida en la historia de la República Mexicana.  Sin embargo, el excandidato por la Coalición Por el Bien de Todos, Andrés Manuel López Obrador, a pesar de haber generado una votación copiosa a su favor, según las cifras de la autoridad electoral, , solo aparecía con  poco más del 35 por ciento de los votos y tan solo 0.7% menos que el ganador Felipe Calderón.

Ahí, en ese  preciso momento, Andrés Manuel López Obrador, sabía que le habían robado la elección. Muy a pesar de que denuncio el fraude electoral tanto en el periodo de campañas políticas como en la elección. López Obrador aseguro que dichas irregularidades tuvieron el peso suficiente para influir en el estrecho resultado electoral. No obstante, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación declaró válidas las elecciones presidenciales, y declaro como ganador al candidato del PAN.

En el 2012, bajo la sospecha de un financiamiento irregular e ilícito a favor de Enrique Peña Nieto, operado por Emilio Lozoya,  y triangulado por Odebrecht, Andrés Manuel López Obrador se la jugaba nuevamente. Comenzó a recorrer el país, pero cometía un error, no tomaba en cuenta la participación de los maestros, a pesar de que se buscaron los acercamientos, el de Macuspana, Tabasco los ignoro por completo.

Y mientras eso pasaba,  la maquinaria de estado nuevamente movía su engranaje en contra de las pretensiones de AMLO. En las semanas previas al 2 de julio, los medios de comunicación fieles al priismo, comenzaron a saturar sus programaciones con arengas a favor del candidato tricolor, valiéndoles un soberano cacahuate  la ley electoral. Todo ello bajo la mirada complaciente y cobarde del  Instituto Federal Electoral (IFE) y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).

En el 2018, y con dos derrotas a cuestas, el candidato de Morena, mediante sus operadores políticos, negociaban la entrada de los operadores de la maestra Elba Esther Gordillo, con el único fin de cuidar el preciado contenido de las casillas electorales. A ese grupo de maestros, comandado por Fernando Gonzales Sánchez, y por Rene Fujiwara, se les denomino Redes Sociales Progresistas (RSP).

Mientras eso sucedía, Juan Díaz de la Torre, el presidente del SNTE que se encumbró en el puesto traicionando a Elba Esther Gordillo, y Luis Castro, dirigente del Panal, refrendaban su apoyo al candidato de Enrique Peña Nieto, el mayor impulsor de la mal llamada reforma educativa. Díaz de la Torre llego a decir: El que no apoya a Nueva Alianza no apoya al SNTE. Frente a Meade, Juan Díaz de la Torre puso a su disposición una estructura de 322 mil maestros encargados de llevar votos y cuidar casillas.

Las cosas eran muy claras, para Juan Díaz de la Torre, Alfonso Cepeda y Soralla Bañuelos, el enemigo a vencer era Andrés Manuel López Obrador. El resultado ya todos lo sabemos, el candidato de Morena arraso por  completo. Las presunciones de Juan Díaz de llegar al congreso federal, se esfumaron, como su poca credibilidad que le quedaba, mas adelante saldría del SNTE  por la puerta de atrás.

Mientras tanto, Redes Sociales Progresistas había cumplido la tarea encomendada, inmediatamente, se sintió la poderosa presencia del triunfo en las decisiones del nuevo presidente. La maestra Gordillo recupero su libertad y un juez determinó infundadas las acusaciones que le había levantado el gobierno saliente.

Los diferentes grupos empresariales, y las grandes cadenas de televisión, también  se doblegaban al nuevo Tlatoani. En los primeros meses del gobierno de la cuarta  transformación, el presidente movió el engranaje recién aceitado, y los diputados y senadores hicieron las suyo. Hoy el amasijo de leyes neoliberales, etiquetadas como reforma educativa, ya no existe, esta sepultada para siempre.

No obstante, una de las promesas presidenciales está pendiente. Esta tiene que ver con la democratización sindical. La reforma laboral ya está aprobada y obliga a los sindicatos a renovarse mediante el voto secreto, libre, y universal. En estos momentos la camarilla que le jugó  las contras, están enquistadas en el SNTE. El presidente sabe que deben salir. Es una promesa pendiente.

Es cierto que se debe respetar la soberanía e independencia sindical, no obstante, que en estos momentos, Alfonso Cepeda Salas, este violentando los derechos laborales de más de un millón y medio de trabajadores de la educación. Sin embargo, el presidente ya debe de poner un alto a esta camarilla, antes de que sea demasiado tarde. Si se deja pasar más tiempo, se volverá a subestimar a los maestros, estos cuentan con una cadena de comunicación muy amplia en el país, y en cuestión de horas se movilizarían por todo  el país. Todo ello se puede evitar, desde luego, si existe un poco más de interés y voluntad presidencial.

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