“A mí me hubiera gustado ser como River Phoenix”

Phoenix
River Phoenix y Wil Wheaton en la película Stand by Me (Cuenta conmigo, 1986) y la portada del libro del escrito Armando Ortiz, La Noche que murió River Phoenix y otros cuentos adolescentes FOTO: WEB
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Armando Ortiz / En el año de 1993 compré mi primer auto de agencia. Fue un Tsuru que de inmediato entró a trabajar de taxi. Un auto nuevo no se advierte en su línea ni en el sonido de su motor; un auto nuevo se percibe por el olfato. Para ese entonces apenas tenía unos cuantos meses de haber salido de una terrible depresión que me duró un año entero, y que inició poco después del eclipse total de sol de 1991; en ese año se estrenó My own private Idaho, película de Gus Van Sant protagonizada por River Phoenix y Keanu Reeves. La historia es poco convencional, un joven prostituto, Mike Waters, interpretado por River Phoenix sueña con Idaho, la ciudad donde supone encontrará a su madre. Mike sufre de narcolepsia, y cuando está dando servicios sexuales lo ataca ese síndrome que lo deja dormido a mitad del acto. Sus clientes, temerosos, lo sacan de sus casas y lo dejan tirado sobre la calle; ahí Mike Waters sueña con Idaho, sueña con su madre.

Yo conocí a River Phoenix en la película Cuenta conmigo, dirigida por Rob Reiner y basada en una novela de Stephen King. Después de verlo en My own private Idaho no pude menos que emocionarme, como cualquiera que cargue con un complejo edípico, se podría emocionar. Su evolución como actor me pareció formidable; aunque Chris Chambers, el personaje de Cuenta conmigo, bien podría evolucionar en un Mike Waters.

Era octubre de 1993 y salía de la sala de cine después del reestreno de My own private Idaho; recuerdo que soplaba un viento frío como el de hoy por la mañana. Cuando salí de la sala, emocionado pensé: “A mí me hubiera gustado ser como River Phoenix”. Acaba de cumplir 25 años, meses atrás la depresión me había puesto de rodillas, me hundió en los lodos de la melancolía, me arrastró por los pasillos oscuros de la tristeza. Todavía guardaba las secuelas de esos días, las cicatrices surcaban mi alma y el miedo de volver a padecerla hacía que cuidara constantemente mis espaldas. Entonces nada relevante había pasado en mi vida. Cierto, ya había leído la Biblia hasta tres veces, el 70 por ciento de los libros que he leído hasta ahora, los leí entre los 18 y 25 años. Yo era de esos chicos raros que cuando tenía tiempo libre iba a la biblioteca a leer libros; yo tenía credencial de la biblioteca y podía sacar libros a domicilio.

A principios de noviembre, caminando por el centro de la ciudad la noticia me sorprendió: “El actor River Phoenix había muerto la noche de Halloween de una sobredosis de drogas”. Tardé un poco en asimilar la noticia. Una semana atrás había deseado ser como River Phoenix; pocos días después el actor ya estaba muerto. Entonces recordé esa parábola bíblica del hombre rico que llena sus graneros de trigo y siente que ya puede dormir tranquilo: “Alma, tienes muchas cosas buenas almacenadas para muchos años; pásalo tranquila, come, bebe, goza”. Entonces un ángel de Dios se le aparece y le dice: “Irrazonable, esta noche exigen de ti tu alma. Entonces, ¿quién ha de tener las cosas que almacenaste?”. Yo no había llenado todavía mis graneros, si acaso mi mente estaba llena de ideas y las ideas también son semillas que llenan graneros. Pero a finales de octubre de 1993 yo deseaba ser como River Phoenix sin saber que estaba deseando ser como un sentenciado a muerte.

Desde ese día mi perspectiva ha cambiado. Ya no quiero ser como River Phoenix, ya no pude, ya no deseo ser como nadie. A estas alturas de mi vida sólo deseo SER.

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