Como ya lo habíamos reportado, en algún momento Namiko Matzumoto aspiró a conducir la oficina de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Por ello se preparó, para su presentación ante las Comisiones Unidas de Derechos Humanos y Justicia. Llevó su discurso preparado, su currículum, sus propuestas, pero se le olvidó un pequeño detalle, no se puso suficiente perfume para cubrir el hediondo olor que de ella despedía.
En su comparecencia, los senadores se lo hicieron notar, algún hedor despedía de ella, un olor fétido a jóvenes levantados por la policía de Arturo Bermúdez y arrojados a fosas clandestinas; un olor a policías asesinados por el Grupo Tajín de la SSP, también arrojados en fosas clandestinas; un olor a los 400 pueblos que a cada rato tomaban la Plaza Lerdo con mujeres, niñas y ancianos explotados; un olor a corrupción, a robo, a abusos.
El hedor era insoportable y los senadores se dieron cuenta que ese olor, que identificaron a duartismo, provenía de Namiko Matzumoto, quien se sentía con méritos para dirigir la CNDH. Por ese hedor la rechazaron, la dejaron fuera de la terna, porque en la CNDH no quieren a nadie que apeste a Duarte.
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