Nada descartable una intervención militar de EU en México

Intervención
Intervención militar del Éjército de los Estados Unidos FOTO: WEB
- en Opinión

Edgar Hernández* / 

¡A ello se suma el descontento de los altos mandos militares nacionales que podrían desencadenar una asonada..!

Una enorme preocupación se cierne sobre el territorio nacional luego de los acontecimientos de Sinaloa que pusieron al descubierto cuan vulnerable y a merced del crimen organizado está el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

La injerencia de los cuerpos de inteligencia norteamericanos, las mismas amenazas de Donald Trump de enviar tropas a México para contener migrantes y criminales y la debilidad de la Guardia Nacional -que tiene sometidos de manera por demás ignominiosa al ejército y la Armada de México- son señales claras.

Son indicios para el país más poderoso del mundo de que solo una intervención militar podría parar la escalada criminal que tiene de rodillas al gobierno de AMLO.

Son además indicadores del malestar manifiesto de las fuerzas armadas nacionales ofendidas y humilladas al ser obligadas a entregar las plazas a criminales por órdenes de un civil, el secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, causante de la mayor crisis del gobierno de la mal llamada Cuarta Transformación.

Los hechos son claros e irrefutables.

Tras los acontecimientos que dieron lugar a la liberación de Ovidio Guzmán, el “Chapito”, quedó claro que el gobierno de Estados Unidos desconfía en la estrategia de seguridad en México.

El subsecretario de Estado para Asuntos del Narcotráfico Internacional, Richard Glenn, ha dicho ante la Cámara de Representantes de su país que “México debe compartir una estrategia integral para combatir al crimen”.

Y eso en buen romance, no es más que intervencionismo.

El mismo que históricamente han aplicado a nuestro país a través del FBI, la CIA y la DEA, ésta última organización responsable del combate a las drogas que supo 36 días atrás del operativo Sinaloa, tras una visita inédita a los campos de cultivos de enervantes de esa región donde operaban cuatro laboratorios de droga sintética.

El vecino del norte tiene documentado que el crimen organizado cuenta literalmente con un ejército regular de 200 mil jóvenes entre 17 y 25 años integrado a partir de un pretendido exterminio de los Zetas durante el sexenio de Felipe Calderón.

Los seleccionados, los jóvenes que aspiran a integrar las fuerzas regulares del crimen organizado no son un asunto menor.

Reúnen el perfil sicológico, destreza y habilidad física. Reciben adiestramiento en campos de entrenamiento para ser diestros en el manejo de las armas y lealtad a los objetivos por atender.

A cambio reciben diez mil pesos mensuales, compensaciones adicionales por operativo y garantías para sus familias.

Por ello es tan poderoso el Cártel de Sinaloa. Por ello la fuerza del Cártel Jalisco Nueva Generación. Por ello la fiereza del Cartel de Tepito. Por ello la invasión de siete carteles en Veracruz.

Y es que no solo es el negocio de la siembra de la marihuana, son las múltiples variedades de la droga, el trasiego; es además el huachicoleo, el secuestro, el derecho de piso, las cuotas a los gobiernos y exigencia de

espacios de poder a los gobiernos federal, estatal y municipal por el patrocinio electoral entregado.

Es el control total.

Todo ello lo han sabido de años atrás los gobiernos priistas, panistas y el de hoy que encabeza López Obrador, pero lo ocultaban. Prefirieron negociar, soltar las plazas, dejar territorios libres bajo control de los capos.

Sinaloa, sin embargo, corrió el maquillaje, destapó la cloaca.

En cinco horas de refriega el pasado jueves 17 de octubre, los criminales mostraron no solo superioridad numérica -200 sicarios se desplazaron por la capital sinaloense en 20 minutos-, sino inteligencia militar para tomar el control de la línea de operaciones del ejército y la Guardia Nacional.

Reseña el portal “Eje Central” del acreditado periodista Raymundo Rivapalacio que “en menos de una hora, lograron tener el control en un radio de operaciones de por los menos 51 kilómetros, suficientes para apoderarse de la ciudad de Culiacán, porque es ahí donde se concentran las oficinas públicas, los cuerpos de seguridad y las vías medulares de conexión y accesos”.

Toda la operación duró cinco horas: toma de control, sometimiento, amenazas, negociación, extracción y huida del hijo del Chapo.

Se habla incluso de la liberación no solo de Ovidio, sino de su hermano Archivaldo Guzmán, ambos hijos de El Chapo, quienes fueron disfrazados de militares para ser conducidos a una zona de abrigo.

De esta manera quedaba al descubierto el operativo mal planeado y ejecutado por el gobierno federal. Quedaba al descubierto su incapacidad para contener la oleada criminal y el sensible descontento del ejército nacional que desde el arranque del sexenio ha sido despreciado, minimizado, desplazado por inexpertos y advertido de que “si por mi fuera yo desaparecería al ejército”, según palabras de López Obrador.

Ya para que en dos comunicados abiertos a las redes sociales de parte de las fuerzas armadas en donde argumentan que “nosotros si cumplimos” y “nosotros no somos unos pendejos”, es que se advierte no indisciplina, pero si malestar, muy parecidos a las Juntas Militares de otra naciones que fijan posturas ante sus gobiernos como paso previo al golpe de estado.

Una acción militar de tal envergadura se ve distante en México, pero no se puede confiar en que todo siga igual sobre todo si la actitud de tibieza y presunta complicidad persisten en el Presidente de México.

Mas aún si Estados Unidos permite se sigan inundando los mercados de la Unión Americana con la droga mexicana.

Ya la DEA ha propuesto que ante la amenaza de los Cárteles, se integren equipos especiales como Fuerza de Tarea, con una visión trasnacional para combatir objetivos prioritarios como son los cárteles del Golfo, Jalisco Nueva Generación, la Mara Salvatrucha y el grupo libanés Hezbollah.

Eso es intervencionismo.

Vienen pues, días difíciles para México. El “Ganso” está cansado.

Tiempo al tiempo.

 

*Premio Nacional de Periodismo

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