La verdad es que, debido a los caprichos de la hija menor, Sarita Sosa, y de la viuda Sara Salazar (de tal palo tal astilla) todavía no queda claro qué es lo que sucederá con los restos del “Príncipe de la Canción”. Sin embargo, el presidente ya autorizó y no hay que verle lo negativo a esta decisión.
Después de los avatares que ha sufrido el cantante, tanto en vida como en muerte, lo más prudente es ir eliminando los conflictos para que el cantante ya por fin descanse en paz y los mexicanos podamos recordarlo entonando sus canciones que al final son lo que lo inmortaliza. Por cierto, ya que andamos en autorizaciones presidenciales, los mexicanos le autorizamos al presidente para que le dé sus coscorrones a la hija menor, a ver si se le quita lo caprichosa y lo codiciosa.
