Armando Ortiz / Claro que un funcionario público, sea del rango que sea, siempre y cuando no tenga fuero, puede ser llamado a testificar. Decenas, cientos de funcionarios públicos en el país han sido citados a testificar. De hecho, hay una Ley de Responsabilidad de los Servidores Públicos que señala que en caso que haya una imputación en contra del servidor público, éste debe “comparecer o informar por escrito, dentro de los siete días naturales siguientes a la notificación”. Sin embargo, un funcionario público tiene la obligación de declarar ante un ministerio público si conoce y tiene pruebas de un hecho ilícito; debe acudir ante un MP y no ante los medios. Ahora bien, en caso de que un funcionario sea citado a declarar como testigo por un caso determinado que le concierna, dependiendo del rango y la responsabilidad, ese funcionario tiene la prerrogativa de acudir a rendir testimonio o de ofrecerlo por escrito o por otro medio. A eso se refiere el artículo 365 del Código Nacional de Procedimientos Penales que tanto cita el gobernador Cuitláhuac García. Dicho artículo sí enumera a los funcionarios de cierto rango que no están obligados a comparecer, pero sí están obligados a rendir su testimonio; si lo prefieren, por escrito. De hecho, el artículo 90 de dicho Código, en lo referente a “Citación”, especifica: “Cuando haya que examinar a los servidores públicos o a las personas señaladas en el párrafo anterior, el Órgano jurisdiccional dispondrá que dicho testimonio sea desahogado en el juicio por sistemas de reproducción a distancia de imágenes y sonidos o cualquier otro medio que permita su trasmisión, en sesión privada”. La interpretación del Código que hace el gobernador de Veracruz es tendenciosa y errónea, si es que lo hiciera a propósito. Pero conociendo a Cuitláhuac García, sabemos que en él no hay interpretación maliciosa; en este caso es su ignorancia la que habla.
Éric Patrocinio Cisneros, el escritor; tiene un ego como la boca del Hades, no tiene llenadera
Los que hemos escrito un libro sabemos el trabajo que implica su realización. Si hablamos de un libro de ficción, nos referimos a un trabajo arduo de creación literaria donde la imaginación es nuestro acervo. Pero si hablamos de un libro histórico, un libro que narre la historia de Veracruz, estamos hablando de una proeza que sólo hombre como don José Luis Melgarejo Vivanco o Roberto Williams podrían emprender. Este último, Roberto Williams, escribió un libro sobre el puerto de Veracruz, Yo nacía con la luna de plata. No es un libro total sobre la historia del puerto, Roberto no tenía esa pretensión, es un libro de pasajes históricos, relevantes sobre el puerto de Veracruz. Lo mismo hizo Williams con su libro sobre la historia de Coatzacoalcos, Casa de culebras despoblada. Que venga Éric Patrocinio Cisneros a decirnos que coescribió el libro Veracruz: un protagonista en la conformación del Estado mexicano, es querer verle la cara de tontos a los propios veracruzanos. Cierto que el libro es un compendio en donde participan ciertos investigadores que se prestaron al juego político de un sujeto sin escrúpulos y con el ego tan grande como la boca del Hades; un ego que no tiene llenadera. Debería darles vergüenza, pero la sentirían si tuvieran dignidad y esa no la conocen.
Edel Álvarez Peña, la radiografía de un bribón
Cuando la magistrada Yolanda Castañeda dijo la célebre frase: «Ya cualquier pendejo puede ser magistrado» se refería a Edel Álvarez Peña. La magistrada y muchos otros abogados sabían que Edel Álvarez Peña en su vida había litigado. El señor fue escalando puestos gracias a sus contactos, su abyección, servilismo y su bribonería. ¡Pero que levante la mano, aquel imputado al que Edel Álvarez Peña lo haya librado de la cárcel! ¡Que levante la mano aquella persona que haya gozado de la justicia que el oficio del hoy presidente del Tribunal le haya brindado! Nadie. Bien lo describe Mussio Cárdenas en su columna Informe Rojo: «Eterno bribón, Edel Álvarez se imaginó en un tribunal a modo, con magistrados inventados y jueces venales, una purga de “incómodos” al estilo de las mafias, o los imputados por zetas de andar en su nómina. Así hasta que en el Poder Judicial Federal algo comenzó a alertar. Le brotan los fuegos dentro y fuera del Tribunal, atizados por sentencias infames con tufo a corrupción, a tráfico de influencias, a un inmundo desprecio a la integridad de la mujer. Un ejemplo, el caso del Porky Diego Cruz y sus cinco años de cárcel por pederastia cuando debió ser de 12 a 40 años por pederastia agravada». Edel Álvarez Peña beneficia a la gente con dinero, prostituyendo con esto el Tribunal de Justicia a su cargo. Si los magistrados que sí se fajaron duro para llegar al digno puesto que tienen quiere que el TSJ sea un prostíbulo, reelijan a Edel, pero si no, pónganlo el ignominioso lugar que le corresponde.