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Historias del tráfico

Brenda Caballero / No sé usted, pero a veces me cansa el escuchar hablar de política, a pesar de que es un tema que me apasiona. Hoy es de esos días que no quiero escribir de política; incluso, recuerdo aquellos tiempos en que escribía de temas cotidianos y era tan satisfactorio el recibir un correo donde una vez un lector  me sugería que escribiera e investigara el porqué los perros siguen las ruedas de las motos.

Siendo sincera, nunca escribí sobre el tema, pero sí lo investigué y descubrí que había tantas razones posibles como opiniones al respecto. Algunos referían que los perros siguen las llantas de autos, motos y bicicletas por diversión, por socializar, por génetica o por algún trauma de cachorro.

Hoy, mientras esperaba en el auto, en medio del tráfico de una capital que le están componiendo una de las calles principales, empecé a notar que los ciudadanos son peores que los perros. Le ofrezco una disculpa si usted se siente agredido con mi comparación animal, pero lo que vi me hace comprobar que muchas veces nos comportamos más terrible que el tratar de morder unas llantas.

Por ejemplo,  en el caso de los conductores particulares, cuando alguien les marca la direccional para incorporarse a su carril, en lugar de ceder el paso, acelera. Tal pareciera que ese foco parpadeante significa “¡mete el acelerador que te gana!”

Lo más absurdo es cuando los conductores se paran para ceder el paso al peatón y nunca falta el que viene detrás y rebasa, todo con tal de pasar antes. Es el clásico que piensa que los peatones nunca se atraviesan por su camino.

¿O qué tal cuando los vehículos se quedan sobre las rayas peatonales o sobre las isletas para resguardar al transeúnte?

Por si fuera poco, los choferes que suben pasaje (algunos, no todos) ni siquiera se orillan, hacen parada en el carril de conducción, no sea que después tarden en incorporarse. Y es verdad, tardan en hacerlo pues son pocos los conductores  que ceden el lugar a un autobús… lo primero que hacen es acelerar para adelantarse.

Pero no solo conductores tienen acciones absurdas, los peatones tienen lo suyo. Por ejemplo, siempre me he preguntado: ¿Por qué cuando un auto se está estacionando, los peatones pasan precisamente detrás del vehículo? Esta pregunta pareciera tan simple como la de los perros que siguen las llantas, sin embargo hay algo más, la conducta indiferente del peatón, pues si lo atropellan, la culpa por principio es del conductor.

Hoy en día esa indiferencia al caminar se profundiza con el uso del celular y peor aún, con los audífonos, pues cada vez más es más común ver jóvenes cruzar las calles sin voltear de manera mínima para divisar si viene automóvil.

Mención aparte merece la cultura peatonal, pues en lugar de cruzar por las esquinas, muchas veces se cruza en cualquier lugar de la cuadra ¡y hasta en diagonal!

Ahora que si se trata de juntar historias de conductores y peatones, muy absurdo me parece cuando en una vía de dos carriles, un conductor hace alto total y cede el paso a un peatón.

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