Cuitláhuac, entre la ignorancia y la omisión

Cuitláhuac
Cuitláhuac García Jiménez FOTO: MIGUEL ÁNGEL CARMONA/FOTOVER
- en Opinión

Édgar Hernández* / 

¡El gobernador no se dio por enterado de las muertes de Pitol, Teodoro Cano y Obeso!

Sin vocación religiosa o cultura mínima, lo cual en otras circunstancias carecería de relevancia, pero si obligado -como representante de 7.5 millones de veracruzanos- a manifestar su pesar y condolencias ante la muerte de distinguidos ciudadanos como el escritor Sergio Pitol, el pintor Teodoro Cano y el cardenal Sergio Obeso, al gobernador Cuitláhuac García simplemente le vale madre.

Ello le ha provocado el repudio ciudadano generalizado.

Una señalada censura de la opinión pública acusa en el desgarbado mandatario una auténtica falta de sensibilidad al preferir la disipación o la justificación de reuniones inocuas que asistir a obligados funerales o al menos hacer públicas sus condolencias a nombre del pueblo que representa.

Es más, ni siquiera fue capaz de presentar por escrito o hacer una declaración verbal sobre el deceso de tan distinguidos veracruzanos.

Simplemente el gobierno del estado determinó este lunes a medianoche mandar un “enviado” a presentar las condolencias por la muerte del cardenal Obeso.

Fue el desacreditado Secretario de Gobierno, Eric Cisneros, quien se presentó en la Catedral acompañado de una pléyade de guaruras para presentar las condolencias del gobierno que finalmente olvidó al acudir al púlpito pero para acusar al Fiscal Jorge Winckler de todos los males que aquejan a Veracruz.

¡Vaya estupidez!

El punto es que un gobierno que representa a un pueblo –y mire que pueblo- no puede ser omiso al legado de los prohombres que dejan de existir.

Cuitláhuac García no puede bajo ninguna circunstancia, fe o ideología que profese, desmarcarse de quien le simpatiza o no o le sea o no afín a sus efluvios ideológicos.

En aras de una presunta Cuarta Transformación no se pueden violentar reglas, incluso no escritas, de convivencia social, de armonía ciudadana y de dolor ante el cierre de ciclos de vida de prolíficos ciudadanos.

Con ese tipo de desplantes el gobierno que encabeza asume que no es su obligación velar por la ciudadanía al mostrar que no es capaz de garantizar la seguridad pública, de no proporcionar empleo a sus habitantes, de no entregarle en tiempo y forma los servicios de seguridad social y educación, y abrir las compuertas de la corrupción y nepotismo a, esta sí, mafia del poder.

Lo de Pitol, Teodoro Cano y Sergio Obeso, representantes de lo mejor de nuestra sociedad organizada, no son temas menores.

La indolencia de Cuitláhuac solo muestra la ausencia de sensibilidad al dolor social. Arrojan como saldo primario que nuestro atarantado gobernante vive en la luna y queda claro que la educación, la cultura básica y la sabiduría que entrega en el día a día el ejercicio del poder, no son lo suyo.

Cuitláhuac al hablar tan mal de los devaneos amorosos y mentiras de su abuela Manuela acaso le dieron derecho a no asistir a su funeral, que no es el mismo derecho que le asiste a ignorar el deceso de los grandes hombres de México que vivieron y se entregaron a Veracruz para el mundo.

Y para este último deceso, para el caso del cardenal Obeso, sin desdoro de Pitol y Cano, es sensible y más señalada la reprobación ya que la grey católica en Veracruz alcanza los 3.2 millones de católicos, según la curia, una grey que censura y condena a Cuitláhuac, una grey que lo mismo da que quita.

Desde la sede episcopal también hay muertes súbitas.

Hoy Cuitláhuac está en el poder por el voto que le dio la ciudadanía veracruzana, en buena parte católica, al candidato Andrés Manuel López Obrador, arrastrando a la victoria a Cuitláhuac García.

Mañana ese voto podría ir en sentido contrario y no por la actitud veleidosa de la ciudadanía, sino porque “no es indio que no se venga!

Tiempo al tiempo.

 

*Premio Nacional de Periodismo

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