Algunos especialistas le llaman crisis de valores, otros pedagogos la identifican como pérdida de valores. El asunto es que los adolescentes se encuentran en un torbellino que los lleva a la autodestrucción, mediante las drogas. La supuesta participación de una menor de edad, involucrada en el secuestro y muerte de un joven estudiante en conocida secundaria de esta capital, es una llamada de atención y alerta no sólo para las autoridades, padres de familia y maestros, sino para toda la sociedad.
Es cierto que la situación económica requiere que los padres estén dedicando mucho tiempo al trabajo, no obstante, los más perjudicados son los hijos, al pasar mucho tiempo solos y expuestos a lobos voraces disfrazados de ovejas, quienes no tienen el mínimo respeto a las normas y leyes de la sociedad.
Los jóvenes, al sentirse solos, buscan el abrigo y cobijo sin medir las consecuencias, ya que no son selectivos en sus amistades. Es necesario que las autoridades correspondientes, especialistas, académicos, docentes y padres de familia unan esfuerzos, ya que este caso seguramente sólo es la punta del iceberg de la descomposición social en la sociedad veracruzana.
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