Édgar Landa Hernández / Continuamos como barcazas dentro del gran oleaje de nuestra existencia. Hay ocasiones que buscamos un terraplén para estacionarnos y poder descansar nuestros brazos y después continuar remando hacia nuestro destino. El andar de cada persona es diferente, unos corren, otros descansan: otros más están a la espera de que algo magistral llegue y como por arte de magia ¡cambie su destino!.
Es cierto que en ocasiones nuestras fuerzas merman y junto con ello llega la incertidumbre, el miedo de qué pasará mañana, sin acaso poder atrapar las ideas correctas que de nuevo nos impulsen. Hay días en los cuales únicamente necesitamos un abrazo que de nueva cuenta nos reconecte con la vida y descubramos que las adversidades son para nuestro bien.
Eso quiere decir que lo intentamos, que hemos hecho lo propio para crear y sobre todo para cumplir nuestra misión terrenal.
Abrazar es la alineación de dos cuerpos conformando uno solo, es la representación inequívoca del gran poder del amor. Cuando abrazamos rodeamos el alma del amigo, la hacemos nuestro rehén y lo hacemos sentir especial, único, y sobre todo ¡amado!
Abrazar es la dicha de corregir errores y tamizar sobre el ser la profundidad de un ser bendecido que se mezcla entre sonrisas y miradas.
El Abrazo se comparte y se esparce como el mismo oxígeno que nos sirve para poder vivir.
Hoy, a dos días que finalice el año, mi agradecimiento a cada uno de Uds. que me siguieron a lo largo de 365 días abrazándome a distancia y compartiendo su cariño desde el lugar donde se encuentran.
Hoy les mando el más cálido de mis abrazos y mis mejores parabienes para el año venidero,
¡Dios los bendiga!
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