Égar Landa Hernández / La vida está cargada de transformaciones. cambiar es una variante en la existencia de cada persona, y sin embargo hacerlo ¡nos da miedo!, le tenemos temor a emprender algo a lo que no estamos acostumbrados, sentimos pánico y mejor nos quedamos como estábamos. La inseguridad nos envuelve y decidimos posponer una innovación. Deshabituarse a sustituir cosas o situaciones por otras que ya sea a corto o largo plazo ¡cuesta trabajo! Se nos es difícil porque cargamos paradigmas que con anterioridad así nos han enseñado y creemos que recomenzar de una forma distinta nos hará daño.
En los últimos días he escuchado a varias personas referirse a las reuniones de navidad y fin de año, en el cual hacen énfasis que ya no es igual a las fiestas de antaño en donde toda la familia se reunía y se departía de una forma jovial y contenta. Y en realidad es cierto, todo cambia, lo que no nos fijamos es de qué forma ha cambiado nuestra forma de ser, siempre buscamos a los culpables siendo que nosotros tenemos mucho que ver en la relación de familia.
Hoy en día la desconfianza, el rencor, la sospecha son principales factores para que la unión familiar se vaya desintegrando poco a poco. Preferimos alejarnos que enfrentar la situación y expresar el desgano de cada uno de las personas. “Nada es para siempre” dice una ya desgastada frase, pero mientras permanezcamos con vida debemos de ser gentes que aporten, que contribuyan a una mejor unidad, es cierto que hay variantes y muchas de las veces ya no se puede y es de madurez reconocer que las cosas ya no serán como antes.
En estas fiestas próximas necesitamos hacer una introspección, reconocer qué hemos hecho mal, qué podemos cambiar sin una presunción de ego, sino de respeto y sobre todo de calidad humana, siendo que al final nos daremos cuenta que, aunque falten muchos a nuestro lado aun mantenemos el amor de Dios en nuestro ser.