La Reforma Educativa, desde antes de nacer, ya presentaba severos problemas de parto. Sus fecundadores tenían severos problemas. Entre ellos un cáncer terminal llamado corrupción. El Gobierno Federal, los empresarios como voraces promotores y las fuerzas ligadas a un parapeto llamado Pacto por México, todos ellos, sin afán de equivocarnos, tenían diferentes motivos para procrear una reforma laboral que fuera presentada a la sociedad magisterial como una revolucionaria Reforma Educativa. No obstante, los maestros de todo el país, nunca la recibieron con los brazos abiertos; muy al contrario de sus líderes sindicales, el magisterio mexicano se unió y luchó por desaparecerla.
El Gobierno Federal, como padre putativo, quería arrebatar el control al SNTE de las plazas y recursos, ellos lo llamaron “recuperar la rectoría”; los empresarios apoyaron la fecundación para prohijar poco a poco la privatización de la educación pública. Y los integrantes del Pacto por México sólo buscaban afianzar su propia sobrevivencia.
Hoy, cada uno de estos ilícitos personajes ocupan el lugar que los colocó el cambio democrático después del primero de julio con la victoria de AMLO. Un cambio que sólo fue posible con la participación de la sociedad. Hoy, esa reforma es un cadáver. Los nuevos representantes populares comandados por el próximo presidente de la República, sólo están buscando el hoyo donde habrá de terminar la mal llamada Reforma Educativa.
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