A unos días de que empezara la consulta sobre el Nuevo Aeropuerto, se le soltaron los demonios a López Obrador. De todos los frentes le llegan presiones para que se retome el proyecto de Texcoco. Los miembros del Consejo Coordinador Empresarial, con quienes se lleva de “cuartos y patada en la nuca” ya advirtieron que, si no es Texcoco, hasta el peso sufriría consecuencias. Los banqueros ya dijeron que no ir por Texcoco sería como el “error de octubre” de AMLO.
Desde el extranjero, las compañías aéreas señalaron que Texcoco es la opción y en caso de no hacer el NAIM, entonces que ellos restringirán sus vuelos a México. Ya hasta parece guerra sucia de campaña electoral. La consulta es una vacilada, por donde la quiera usted mirar. Convendría que López Obrador se siente de una vez con los constructores y empresarios involucrados en el Nuevo Aeropuerto de Texcoco para que tomaran la decisión de hacer el aeropuerto, pero bajo nuevas condiciones.
Si tantas ganas tienen de hacer el aeropuerto ahí, pues van a tener que sacrificar algunas de sus ganancias y van a tener que aportarle al fortalecimiento ambiental de la zona. Hacer el aeropuerto en otro lado es quedar bien con los que realmente se oponen porque les afecta, y con los que se oponen porque sólo siguen los mandamientos del “señor”.
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